¿El 10 por ciento de responsabilidad por un genocidio?
Creían que Srebrenica, a pesar de su cercanía a la frontera de Serbia, era una zona segura, que la mayoritaria comunidad musulmana sería respetada gracias a los Cascos Azules de la Fuerza de Protección de las Naciones Unidas (Unprofor) formadas por unidades holandesas. Entre el 11 y el 22 de julio de 1995, las tropas serbobosnias, capitaneadas directamente por Ratko Mladic, emprendieron la matanza sistemática más grande realizada en la guerra de la ex Yugoslavia. Ante la pasividad del batallón holandés y del general que estaba a su mando, Philippe Morillon, se perpetró el asesinato de 8.000 musulmanes, todos hombres, niños y ancianos. El Tribunal Supremo holandés ha dictado sentencia sobre la implicación del país de los tulipanes en aquel suceso: su responsabilidad es del 10 por ciento. Si, además, de los 8.000 de Srebenica se cuentan los 350 que pidieron refugio en el acuartelamiento que los Cascos Azules tenían en la ciudad de Potocari, ¿recaería sobre sus espaldas la responsabilidad de 835 personas asesinadas? Fría resolución. Después de todo, la ONU había pedido 34.000 efectivos para evitar el genocidio que luego vino, pero la comunidad internacional, muy friamente también, creyó que con 7.500 eran suficientes. No contaban con un factor: Mladic, un ultranacionalista dispuesto a que sus hombres bebieran todas las noches «rakija» cantando sus viejos himnos. Cuando a los oídos de la hija del general serbobosnio, Ana, de 23 años, una brillante estudiante de medicina que admiraba a su padre, fueron llegando las hazañas de aquel hombre que la quería con locura, buscó la pistola que tenía prevista regalar a su nieto –regalo a su vez de sus compañeros de promoción de la Academia Militar– y se pegó un tiro en la cabeza. Esa pudo ser la mayor condena de Mladic. No hubo perdón.