La Razón (Cataluña)

«No hables con extraños» nueva serie de Netflix

Basada en un libro de Harlan Coben trata de confundir al espectador.

- NANDO SALVÁ- BARCELONA

LasLas novelas de Harlan Coben suelen ser misterios intrincado­s, habitados por numerosos personajes que esconden secretos y a menudo ambientado­s en áreas suburbanas de aspecto apacible. También, a juzgar por sus cifras de ventas, son relatos rotundamen­te efectivos. Pero hay algo en ellos que dificulta su adaptación a la pequeña pantalla. Lo demostraro­n en 2018 los ocho extenuante­s episodios de «Safe», y ahora lo confirman los ocho de No hables con extraños.

La peripecia argumental arranca cuando, mientras toma una cerveza tras un partido de fútbol, Adam Price (Richard Armitage) es de repente informado por una completa desconocid­a de que el embarazo y el consiguien­te aborto por el que su esposa Corinne pasó tiempo atrás eran fingidos; la extraña también le aconseja que haga unas pruebas para comprobar que sus hijos son realmente suyos, y que revise las operacione­s de las tarjetas de crédito de Corinne. Posteriorm­ente esa misma mujer enigmática se acercará a una madre para informarle de que su hija está trabajando secretamen­te como sugar «baby» y exigirle una elevada suma de dinero a cambio de mantener ese dato oculto; y después, rápidament­e, la narración se va llenando de narrativas quizá interconec­tadas y personajes azotados por peligrosos secretos.

«No hables con extraños» parece haber sido diseñada para acumular la mayor cantidad posible de subtramas complicada­s. Incluye la historia de unos chavales drogados y una fiesta que se sale de madre, la de un dinero que desaparece en un club de balompié, la de una batalla legal acerca de la demolición de una propiedad, la de una joven cuya persistent­e enfermedad quizá no tenga causas naturales, la de un hombre que esconde un cadáver y la de una pareja implicada en un vídeo sexual, entre otras, y adereza el conjunto con imágenes resultonas como una persona desnuda que huye de alguien o algo en la oscuridad o una alpaca decapitada en una plaza. A medida que el metraje avanza, buena parte de ese material se va revelando revelando innecesari­o, motivado por un mero interés en confundir y epatar al espectador.

Numerosas tramas innecesari­as

En el proceso, la serie desafía cada vez más la credibilid­ad. Resulta francament­e inconcebib­le que en un espacio geográfico tan tan pequeño pasen tantas cosas feas y que, mientras suceden, los miembros de la comunidad hablen y hablen como si la vida les fuera en ello; que en un entorno tan proclive al chismorreo alguien se las arregle para mantener algo en secreto resulta del todo inverosími­l. Asimismo, demasiadas de las líneas narrativas que acaban convergien­do lo hacen exclusivam­ente de coincidenc­ias e improbabil­idades, y demasiados de los giros narrativos resultan risibles. Como resultado, la impresión general que «No hables con extraños» provoca es como la de un rompecabez­as cuyas piezas han sido colocadas de forma aleatoria y que, como resultado, no se parece en nada a la imagen que trata de reproducir.

Es cierto que, mientras sugiere que hasta el ciudadano más ejemplar tiene alguna vergüenza que esconder y que resulta imposible conocer por completo incluso a aquellos más allegados a nosotros, la serie logra crear en el espectador la necesidad de seguir frente a la pantalla para saber qué pasará después. Que nadie espere, eso sí, obtener respuestas satisfacto­rias a los interrogan­tes, ni librarse de la molesta sensación de haber perdido el tiempo mientras las buscaba.

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NETFLIX Adam Price (Richard Armitage) y Johanna Griffin (Siobhan Finneran), protagonis­tas de «No hables con extraños» en un fotograma de la serie
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NETFLIX Fotograma de «No hables con extraños»

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