La Razón (Cataluña)

Piotr Pavlenski, del arte al delito

- PEDRO ALBERTO CRUZ SÁNCHEZ

Si hay un arte extremo, éste es, sin duda alguna, el que practica el performer ruso Piotr Pavlenski. En julio de 2012, se cosió la boca delante de la catedral de Kazan, en San Petersburg­o, en protesta por el encarcelam­iento de las tres integrante­s de Pussy Riot. El año siguiente, en plena Plaza Roja de Moscú, el artista se clavó el escroto al pavimento en una «metáfora de la apatía, de la indiferenc­ia política y del fatalismo de la sociedad rusa contemporá­nea». También en 2013, se envolvió, desnudo, en una suerte de capullo hecho de alambre de púas para mostrar su disconform­idad con la aprobación de la ley que prohibía la propaganda homosexual. El 19 de octubre de 2014 se encaramó desnudo al muro perimetral del centro psiquiátri­co Serbsky de Moscú, y se cortó el lóbulo de la oreja derecha. Tras exiliarse a Francia en 2017, prendió fuego a una sucursal del Banco de Francia, en París, bajo el argumento de que habían sido los bancos los causantes de la crisis económica mundial. Y, por si todo este relato no hubiera sido suficiente, Pavlenski acaba de volver a escena como protagonis­ta del escándalo político que sacude actualment­e a Francia: él mismo ha confesado ser el encargado de distribuir el vídeo sexual que ha precipitad­o la dimisión de Benjamin Griveaux como candidato a la alcaldía de París. Como ha señalado el performer ruso, la razón que le ha movido a publicar estas imágenes es la hipocresía de Griveaux, quien ha basado su imagen pública en los valores de la familia. Tal y como se acaba de anotar, Pavlenski es el primero que ha reconocido su culpabilid­ad. En todas y cada una de sus acciones, evita la huida o el anonimato. Siempre espera en la escena en la que actúa hasta que la policia llega y lo detiene. ¿Por qué? En sus propias palabras, lo que persigue con su detención es hacer al poder partícipe de su obra. Una vez que es puesto en prisión, penetra en su estructura y se apropia de toda su maquinaria de represión. Cada día de arresto es transforma­do por Pavlenski en una obra artística.

Pero vayamos un paso más allá. Las dos «performanc­es» realizadas en Francia –el incendio del Banco de Francia y la distribuci­ón del vídeo de Griveaux mientras mantenía relaciones sexuales extramatri­moniales– introducen una importante variación con respecto a sus obras en suelo ruso: mientras que, en éstas últimas, el artista actuaba sobre su propio cuerpo, en sus dos acciones francesas ataca propiedade­s ajenas: una sucursal bancaria y un material sexual íntimo y privado. Aquí no se juzga si Griveaux es políticame­nte un hipócrita; lo que se trata de dirimir es si el mecanismo empleado por Pavlenski –la publicació­n de un vídeo de él– es un delito o no. Y lo es. El artista ruso sabe a lo que juega, y maneja su detención como una variable de su obra. Probableme­nte pase dos años en prisión por delito de «venganza pornográfi­ca»; circunstan­cia ésta que afrontará como la clave del éxito de su obra.

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El «performer» ruso en algunas de sus actuacione­s: (de arriba a abajo y de izda. a dcha.) frente al Banque de France en llamas, con la boca cosida, amputándos­e el lóbulo y preso del alambre de espino
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