DAVID GISTAU
Era lector de este excelente periodista mucho antes de conocerlo. Su muerte ha causado una verdadera convulsión en los medios de comunicación y en gran parte de la sociedad española, la lectora de periódicos y la de los seguidores de Herrera en Cope, fundamentalmente. La implacable Parca nos lo arrebató hace ocho días en su mejor momento personal y profesional. Cuando empecé a colaborar con Carlos Herrera, fue cuando me crucé con él por primera vez en la redacción de Cope. Alto, fuertote, con barba abundante, conjunto que le daba a mis ojos la apariencia de un «Iván el Terrible». Saludos escuetos y educados durante una temporada y algún cruce de palabras. A partir del programa que se emitió en Palencia, la relación entrambos, sin ser de amistad, subió algunos escalones. Compartimos una noche de copas en el hotel con dos bellezones inteligentes como Toni Martínez y María José Navarro, con José A. Naranjo (el gran jefe), él y yo. Debimos caernos bien pues nos intercambiamos los teléfonos y ahí empezó una relación de mensajes en los que yo, con más años que un bosque ya, aprendía mucho de este nada pretencioso plumilla. Supongo que todos tenemos contertulios preferidos en la Cope. Los míos son, por este orden, Chencho Arias, David Gistau, mi nieto radiofónico Jorge Vilches, Nicolás Redondo, Leguina y Fidalgo. Pero Gistau era mucho más que contertulio. Su sección de «la Tablet» (tableta ya en español) era una demostración de inteligencia, sagacidad y fino sentido del humor. Debe de ser cierto aquello que, al parecer, dijo Sócrates: «Dios se lleva siempre primero a los mejores». Si esto es verdad, en el caso de David se ha cumplido con creces. Por edad, he visto morir a mucha gente buena. En la otra vida procuraré disfrutar eternamente de ellos.