«El presente es aquel lugar en el que pueden convivir pasado y futuro»
ENTREVISTA ALBERT LLADÓ/Escritor y periodista
LaLa otra Barcelona, aquella que no visitan los turistas y a la que no suelen llegar las reformas de los diferentes ayuntamientos es el escenario de la nueva novela del escritor y periodista Albert Lladó. Eso es lo que encontramos entre las páginas de «La travesía de las anguilas», publicada por Galaxia Gutenberg. El autor mantuvo la siguiente conversación con este diario.
–Usted hace poco anunció en redes sociales que dejaba de colaborar en medios. ¿Es este libro el inicio de una nueva etapa?
–Puede ser. Lo que es verdad es que lo empecé hace dos o tres años porque me dieron con el proyecto la beca Montserrat Roig. Hace cuatro años coordinaba la sección de cultura en «La Vanguardia» digital y dejé de hacerlo, lo que me ha dado tiempo para hacer el periodismo que a mí me interesa y también para tener más tiempo para escribir.
–¿Por qué las anguilas? –Todos los capítulos del libro están sacados de la colección de los Jóvenes Castores. El número diez se llama precisamente «La travesía de las anguilas». Ellos, los protagonistas de mi libro, precisamente lo que hacen es eso: ir contracorriente, yendo a construir un universo de significado que es el de otra Barcelona. Por otra parte, las anguilas no solamente van contracorriente sino que cuando llegan a la vida adulta vuelven a su lugar de origen. Eso es lo que hace el narrador: volver al lugar de origen para entender sus múltiples identidades. También está la metáfora de pensar que no pueden ser capturadas, aunque todos en algún momento podemos ser capturados.
–¿Qué tiene de usted este Jordi que es el narrador de la obra?
–Muchas cosas y nada. Para mí la ficción es transformar la verdad histórica o de los hechos en una nueva verdad que es la verdad literaria. Evidentemente me interesaba trabajar con el material que tenía más cerca y es que yo viví hasta los quince años en Ciudad Meridiana. Los paisajes que narro son paisajes en los que viví, pero que
Para mí la ficción es transformar la verdad histórica o de los hechos en una nueva verdad que es la verdad literaria. Por eso me interesaba trabajar con Ciudad Meridiana en la que viví»
transformo literariamente. Sí, juego con el recuerdo, pero como un artefacto narrativo, de memoria y la memoria es el mecanismo de ficción más potente que existe. He jugado con la cercanía, pero para transformarla literariamente. Lo que me interesaba es que la novela funcionara, no contar mi vida. –¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?
–No, para nada.
–¿No hay nostalgia?
–Intento huir de la nostalgia y entiendo el presente no como una isla sino como un lugar en el que pueden estar el pasado y el futuro. Para mí el presente es una zona de tensión, no de pasividad. Entonces el pasado debe poder acogerse y esas voces anónimas del pasado deben poder estar también para construir un futuro. He tratado de huir de la nostalgia porque es una trampa muy peligrosa. No quería idealizar el pasado, con lo que lo muestro como un lugar de presente, con el que poder entender las luchas compartidas y las cicatrices de la ciudad.
–De ahí la frase de San Agustín que incluye en el libro: «Claro que la infancia no se fue. ¿Adónde iba a ir?» –Claro que la infancia no se fue. Nosotros siempre creemos que el viaje hacia la edad adulta acaba en la edad adulta, pero siempre hay un viaje hacia la infancia. Eso es lo que hace Joan Miró cuando le dicen que pinta como un niño. «Ya, ya, pero es que yo fui un niño, dejé de ser un niño y he tenido que volver a ser un niño para volver a pintar», dice Miró. Pero eso es algo que está en la filosofía del siglo XX. Nietzsche hace eso: la triple transformación del espíritu. Primero, para hacer ese viaje vital. hay que ser un camello que es la resignación; luego el león que se carga todos los dogmas adquiridos para volver a ser niño y volver a crear. Ese juego me permitía volver a una época en la que fui niño.
–La novela está enmarcada en dos momentos históricos recientes de cambio: a las puertas de la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992 y a las puertas de todo el lío que vivimos ahora en Cataluña. ¿Por qué ese marco histórico?
–Así es. Es a las puertas. Explicamos la historia a partir de acontecimientos que marcan un antes y un después. A mí me interesaba la Historia más allá de la Historia, es decir, a las puertas. Es esa Historia que no habla de los Juegos ni del referéndum sino de los pasillos, de los entresijos, las experiencias de vida y los anhelos que no tienen que ver con la cronología oficial. La literatura es una herramienta brutal para eso. –¿Qué supuso para Ciudad Meridiana esa renovación de los Juegos?
–Escuchamos que venían los Juegos, que esto iba a transformar todo, pero por allí no pasaron. A nivel de infraestructuras significaron muy poco y a nivel de relato de paisaje muy poco. Ciudad Meridiana no se ha contado a nivel de paisaje narrativo. No encontrará muchas obras que hablen de eso. Para construir grandes metrópolis hay que dejar sombras y eso es lo que ha pasado.
–¿Se ha subrayado más la ciudad de postal? ¿Puede que Ciudad Meridiana no tuviera hueco en la postal? –También había un tema de urgencia como era la construcción de una imagen rápida. Las comunidades no se construyen rápido, así que no daba tiempo a hacer una comunidad bonita.
Escuchamos que venían los Juegos, que esto iba a transformar, pero por allí no pasaron. A nivel de infraestructuras significaron muy poco y a nivel de relato de paisaje muy poco para Ciudad Meridiana»