La Razón (Cataluña)

Rafael tapiza la Capilla Sixtina

- ISMAEL MONZÓN

La historia del arte está llena de irreconcil­iables rivalidade­s. Por suerte para sus protagonis­tas y para quienes llegaron después, pues solamente gracias a monumental­es disputas se concibiero­n algunas de las obras más bellas. Vayamos al grano. En 1508 el Papa Julio II consiguió que Miguel Ángel pintara las bóvedas de la Capilla Sixtina. El artista ni siquiera estaba del todo convencido, ya que se consideró siempre un escultor más que un pintor y, ya se sabe que alguien de su talla, no puede permitirse un brochazo en falso. La presión de Rafael y Bramante en el Vaticano fue fundamenta­l para que le asignaran los trabajos a Miguel Ángel. Pero su intención no era impulsar la carrera del joven florentino, sino esperar que una obra de tal magnitud lo superara. En 1512 Miguel Ángel, coetáneo y vecino de Maquiavelo, había completado una de las mayores obras maestras del Renacimien­to. Un año más tarde, León X, de la familia florentina de los Medici, sucedió a Julio II, quien apenas pudo disfrutar unos meses de los frescos de Miguel Ángel. León X pensó que no podía ser menos que su antecesor y para completar la Capilla Sixtina pensó en una serie de diez tapices que decoraran la parte baja de sus paredes. Sin embargo, no se los encargó a Miguel Ángel, protegido por los Medici, sino a Rafael. Todo muy florentino. Los tapices de Rafael costaron cinco veces más que las pinturas de Miguel Ángel. Los originales fueron enviados a Bruselas, al taller del pintor flamenco Pieter van Aelst, donde fueron completado­s con pan de oro, revestimie­ntos de plata y todo tipo de lujos. Las escenas contaban la vida de San Pedro y San Pablo y tenían como objetivo destacar el origen de Roma como capital pontificia. En 1519 los primeros tapices fueron enviados desde Bruselas al Vaticano, pero pocos meses más tarde Rafael murió, con sólo 37 años. Se quedó sin ver su obra expuesta en el Vaticano, ya que Miguel Ángel lo impidió. Mientras, los originales permanecie­ron en Bélgica, sin que nadie los reclamara. En 1623 el rey Carlos I de Inglaterra compró los cartones, sobre los que se diseña el tapiz, por lo que hoy pertenecen a la Royal Collection británica. Se podría decir que, después de todo, Miguel Ángel ganó la disputa. Rafael nunca llegó a apreciar la Capilla Sixtina con sus trabajos, pero si hay algo que iguala a todos es la muerte. Este año se cumple el 500 aniversari­o del fallecimie­nto de Rafael, por lo que el Vaticano ha decidido desenrolla­r los diez tapices del artista italiano, que se exponen normalment­e en otra parte de los Museos Vaticanos, para mostrarlos en la Sixtina. Estaban concebidos para ser expuestos en grandes ceremonias y en estos cinco siglos sólo se ha hecho en contadas ocasiones. En nuestros días, se pudo ver hace 37 años –cuando se celebró el 500 aniversari­o del nacimiento de Rafael– y se podrán contemplar ahora. Permanecer­án solo una semana. Tampoco conviene abusar si queremos que sigan existiendo rivalidade­s históricas.

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REUTERS Los operarios trasladan uno de los tapices enrollado para colgarlo de la pared de la Sixtina

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