LA MAESTRA DE LA NITIDEZ

Poco a poco se apaga la denominada «Escuela de Madrid». Con el fallecimiento de María Moreno los componentes de este privilegiado grupo que todavía viven se reducen a Antonio López y Francisco López. Precisamente, la relación que, desde 1961, unió en matrimonio a Antonio López y María Moreno ha constituido la columna vertebral de un colectivo de amigos que integraba, además, a nombres como Julio López Hernández, Isabel Quintanilla o Amalia Avia. A la hora de comprender la naturaleza de la relación que anudó las vidas de dos grandes creadores como ellos, una valiosa información es la aportada por el documental «La luz de Antonio», estrenado en 2015, y en el que se examina la importancia que «Mari» tuvo en sí misma y en la trayectoria artística de su marido. En uno de sus testimonios, López se refiere a ella como la luz que le ha guiado en el arte y la vida. Desde luego, y a poco que se cotejen las producciones de ambos, se apreciarán ciertas convergencias temáticas nada casuales: paisajes urbanos, rincones rurales, bodegones, interiores... Además, su preferencia por trabajar directamente del natural en lugar de valerse de un referente fotográfico los convertía en una «rara avis» dentro del realismo español contemporáneo, en el que convertirán el documento fotográfico en un absoluto irrenunciable. Sin embargo, y pese a estas elocuentes convergencias, María Moreno definió un estilo propio y muy identificativo que se apartaba de la gravedad del de su marido. Mientras que López gusta de una rotundidad matérica y de cierta oscuridad, ella destaca por una claridad casi espiritual que, por momentos, retrotrae a maestros del Renacimiento como Domenico Veneziano o Piero della Francesca. La suya es una pintura limpia, en la que el dibujo pone de manifiesto las líneas maestras de la arquitectura de la realidad. Con su muerte el realismo español pierde a su representante más cristalina, a la maestra de la nitidez.