Bloomberg entra en escena entre los demócratas
El multimillonario se sitúa por debajo de Sanders en las últimas encuestas.
Llegó la hora de Michael Bloomberg. El día señalado para el lucimiento del candidato que parecía imposible, inelegible, inasumible por millonario, incorrecto y gélido. Y por judío, claro. Tan judío como la propia Nueva York, donde reinó durante tres ejercicios consecutivos. Se trata del mismo Bloomberg al que la escritora Fran Lebowitz espetó una noche que todavía celebraba haber tenido la ocasión de votar en su contra «en tres ocasiones». Porque Bloomberg reunía todas las condiciones para atraer el odio de la «intelligentsia» progresista. De la definitiva transformación de Manhattan en coto exclusivo de turistas y millonarios hasta sus discutibles políticas policiales y las acusaciones de haber fomentado protocolos racistas en su lucha contra el crimen callejero y el menudo de drogas, abundan los argumentos para hacer de Bloomberg un dechado de todos los vicios neoliberales imaginables. Con la izquierda demócrata enganchada a las tesis de Thomas Piketty costará vender las teóricas virtudes del octavo hombre más rico de EE UU, con una fortuna estimada en más de 53.000 millones de dólares.
Pero sucede que una encuesta de la NPR certificó que el exalcalde marcha ya en segunda posición entre los aspirantes. Es el tercer sondeo a nivel nacional que concede a Bloomberg más de un 10% de apoyo en el último mes. De hecho lo sitúa, con un 19%, sólo por detrás de Bernie Sanders, que consolida su primera plaza con un 31% en intención de voto. Estos números confirman que Bloomberg podrá estar presente en el debate televisado del miércoles. Podrá al fin alardear de sus actividades filantrópicas, de sus innumerables éxitos como empresario su vida como empresario y, sobre todo, de su convencimiento de que el mejor antídoto contra Donald Trump solo puede venir de la mano de un candidato que apueste por una tercera vía entre el republicanismo de toda la vida y la izquierda más liberal. Una intuición generosamente regada con una campaña de publicidad demoledora. Que le ha permitido subirse en marcha a la campaña, cuando la historia dice que nunca fue bueno esperar al Supermartes, a celebrar el 3 de marzo, con primarias en 16 estados, incluidos California y Texas. Pero su bolsillo, aparentemente infinito, le permite desafiar las leyes de la vieja política. Excepto si Joe Biden, al que según todos los sondeos está vaciando de apoyos, logra recuperarse este sábado, en Nevada, y el 22 de febrero en Carolina del Sur. Esas dos estaciones son ya las dos últimas balas en la recámara del hombre que durante meses lideró todas las encuestas. Si no lo hace bien en algunas de esas dos plazas, y en especial si no demuestra su poderío entre el votante afroamericano, los donantes elegirán otros objetivos y Biden, ocho años al lado de Barack Obama en la Casa Blanca, será historia. Y atención a quienes creen que el voto moderado, indeciso a veces, centrista y alérgico a las soflamas de Sanders o la cada vez más desinflada Elizabeth Warren, puede irse a Pete Buttigieg o Amy Klobuchar.
Sus fenomenales resultados tanto en los caucus de Iowa como en las primarias de New Hampshire, situados en las segundas sólo por detrás de Sanders, los han situado en un pedestal que Bloomberg amenaza con devorar en las próximas semanas. Si logra sobreponerse a las acusaciones de xenofobia, al rastro de declaraciones políticamente incorrectas que dejado a su paso, si evita ser catalogado como embajador de la gentrificación, y si logra brillar en unos debates donde nunca fue el hombre más locuaz o brillante, será imparable. Hasta el punto de que podría aglutinar bajo pararrayos a todo los votantes que descreen de las recetas socialistas de un senador por Vermont que corre el peligro de traer a la política americana la historia de amargo fracaso de un Jeremy Corbyn en Reino Unido. Nacido en Brighton, Massachusetts, en 1942, es hijo de un contable, descendiente de emigrantes procedentes de Rusia y Bielorrusia.
El octavo hombre más rico de EE UU –posee más de 53.000 millones de dólares– podrá estar presente en el debate de hoy