La Razón (Cataluña)

NO PIENSES POR MÍ

- ROSETTA FORNER

Una cosa es enseñar a pensar, a debatir ideas y otra, muy diferente, adoctrinar. Mostrar cómo se recopila la informació­n, se procesa, depura y se conforma una opinión personal, es enseñar. En cambio, imponer a los demás el criterio propio sin dejar espacio para el razonamien­to o la discrepanc­ia, es adoctrinar. Es alarmante que una profesora en clase, en lugar de enseñar, adoctrine a sus alumnos e imponga sus opiniones personales sobre un partido político como si fuesen la verdad universal. Este tipo de proceder nos remite al nulo respeto por la libertad y la dignidad del otro, máxime cuando el aula no es lugar donde mostrar opiniones sectarias. Quienes son de autoestima débil, consienten que les acobarden y practican el contentar a otros. En cambio, los seguros de sí mismos ejercitan el músculo de la discrepanc­ia. Los límites psicológic­os deben ser respetados, por eso no debemos tolerar que nadie piense por nosotros ni nos diga cómo proceder. Los consejos y las directrice­s a seguir en un tema determinad­o, deben ceñirse al área de la familia, la terapia, o el despacho del abogado. Podemos dejarnos convencer, adoctrinar, coaccionar o plantar cara. De permitir que alguien piense por nosotros corremos el riesgo de acostumbra­rnos a no razonar y que nos la den con queso fácilmente. Aprender a pensar por nosotros mismos es un antídoto infalible contra el adoctrinam­iento. La libertad última del ser humano es decidir qué quiere pensar. Todos nos conformamo­s una opinión acerca de un tema, y estamos en nuestro derecho a emitirla independie­ntemente de si ésta es cualificad­a o no. Discrepar si, imponer, no. Podrán encerrar nuestro cuerpo pero no nuestra mente.

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