La Razón (Cataluña)

El racismo y la violencia se enquistan en EE UU

MINESOTA DESPLIEGA POR PRIMERA VEZ A LA GUARDIA NACIONAL La muerte de George Floyd, de raza negra, a manos de la Policía desata la furia de los manifestan­tes en las principale­s urbes ante un problema crónico en la sociedad americana

- Vanessa Jaklitsch-

El toque de queda declarado en varias ciudades no impidió que las protestas se tornaran violentas

Las calles de una treintena de ciudades de Estados Unidos se han llenado de miles de manifestan­tes indignados por la brutalidad policial que causó la muerte al afroameric­ano George Floyd en Mineápolis esta semana. Una indignació­n que ha ido en aumento, replicándo­se por todo el país y metiendo el dedo en la herida abierta del racismo que todavía hoy persiste en la sociedad estadounid­ense. Las imágenes grabadas por un aficionado en las que se puede ver durante más de 8 minutos la asfixia a la que fue sometido el afroameric­ano George Floyd por el cuello al ser presionado con la rodilla de un policía blanco mientras suplicaba «no puedo respirar», dieron la vuelta al mundo y despertaro­n en pocas horas la rabia contenida de un colectivo minoritari­o que denuncia desde hace décadas desigualda­d racial y abuso policial.

La tensión en las calles ha ido en aumento y las protestas se han replicado en diversos puntos del país, provocando el viernes la detención del policía Derek Chauvin, responsabl­e de la muerte del afroameric­ano. El agente, que ya contaba con una veintena de denuncias previas, sólo entonces era acusado de asesinato en tercer grado y homicidio involuntar­io. Otros tres policías que participar­on en el arresto fueron despedidos y su caso se encuentra bajo investigac­ión. Mientras tanto, el gobernador de Minesota, Tim Walz, declaraba a primera hora del sábado el estado de emergencia y desplegada por primera vez en la historia la plena movilizaci­ón de la Guardia Nacional debido a la peligrosid­ad de la situación. Cerca de 2.000 soldados de la Guardia Nacional protegen la ciudad desde este fin de semana.

El alcalde de Mineápolis, Jacob Frey, ya había declarado el toque de queda desde el viernes al ver que las protestas pacíficas cobraban fuerza al caer la oscuridad. Pero miles de personas ignoraron la orden, incendiand­o vehículos en distintos barrios de la ciudad y provocando robos, saqueos e incendios en diversos establecim­ientos. Los disturbios se extendían con protestas de creciente violencia en ciudades como Washington, Atlanta, Phoenix, Nueva York, Denver o Los Ángeles. Para contener esa tensión en aumento, el Pentágono habría dado la orden de alerta para activar un protocoLa

lo de actuación en menos de 24 horas que permita enviar de manera urgente nuevos dispositiv­os policiales a zonas de conflicto.

Según esta informació­n de la agencia AP tras la confirmaci­ón de varios militares en activo, aunque desmentida por la Casa Blanca, soldados de Fort Bragg en Carolina del Norte y Fort Drum en Nueva York estarían listos para desplegar su actividad militar en Mineápolis. Las unidades militares de Fort Carson, en Colorado y Fort Riley, en Kansas también estarían en alerta tras la escalada de protestas. En total, cerca de un millar de soldados.

Las inusuales órdenes de preparació­n del Pentágono se habrían realizado el viernes, poco después dequeelpre­sidenteDon­aldTrump le pidiera al secretario de Defensa, Mark Esper, alternativ­as militares en caso de complicars­e la situación en el estado de Minesota para calmar la tensión de los disturbios en Mineápolis. Y es que lo que empezó como una protesta multituvez dinaria contra la muerte de George Floyd se acabó convirtien­do en saqueos masivos e incendios provocados en múltiples localidade­s, extendiénd­ose de manera sistemátic­a a más una treintena de ciudades del país. Al parecer, Trump hizo una llamada telefónica desde el Despacho Oval el jueves por la noche para solicitar tanto a Esper como a su asesor de Seguridad Nacional, Robert O ‘Brien y a otros expertos apoyo militar adicional de urgencia. El presidente estadounid­ense le habría pedido al secretario de Defensa algunas opciones de despliegue rápidas en el caso de que las violentas protestas de Mineápolis continuara­n fuera de control.

«Cuando la Casa Blanca pide opciones, alguien abre el cajón y las saca, por así decirlo», dijo un alto funcionari­o que estuvo presente en esa llamada, quien dio a conocer también que las unidades militares se desplegarí­an bajo la Ley de Insurrecci­ón de 1807, la misma que se utilizó por última en 1992 durante los históricos disturbios en Los Ángeles que siguieron al juicio de Rodney King. Ley que permitiría al Ejército asumir la autoridad policial que de otra manera no se permitiría, haciendo cumplir a los ciudadanos las normas estatales y federales.

Y es que ésta es una herida que permanece abierta en EE UU. Más de medio siglo después de la muerte de Martin Luther King, en el Memphis de 1968, graves disturbios raciales siguen poniendo de manifiesto la tensión por las diferencia­s raciales que todavía hoy persisten y dividen al país, y donde el abuso policial sigue siendo con frecuencia uno de los mayores punto de inflexión. Nueva Jersey, Michigan y Tenesi fueron escenario de graves altercados raciales en los años 60, culminando en el asesinado del reverendo Martin Luther King y cuya violencia estalló, como consecuenc­ia de su asesinato, en otras 125 ciudades del país, con medio centenar de muertos y 2.600 heridos. En 1980, Miami concentró las protestas de Florida, con más de 400 heridos en el barrio negro de Liberty City y una veintena de muertos. Los disturbios estallaron con la absolución de otros cuatro policías blancos en Tampa, acusados de matar a golpes a un motorista afroameric­ano, Arthur McDuffie, que se había saltado un semáforo.

Diferencia­s raciales que continuaro­n creciendo durante los años 90, extendiénd­ose a la otra punta del país. La absolución de cuatro policías blancos tras darle una paliza, tal y como se vio en imágenes, al ciudadano de color, Rodney King, trasladó la indignació­n desde Los Ángeles hasta San Francisco y Las Vegas, replicándo­se las protestas en Atlanta y Nueva York, con un total de 59 muertos y más de 2.300 heridos. La historia más reciente nos remonta a Ferguson en 2014. La muerte del afroameric­ano de 18 años, Michael Brown, por disparos de un agente blanco, prolongó la oleada de disturbios durante casi dos semanas en Misuri y otros estados salpicados por la indignació­n.

Una nueva escalada se ha trasladado desde Mineápolis a todas las grandes ciudades y ya empieza a interpreta­rse en clave electoral. La alcaldesa de la capital de EE UU, Muriel Bowser, instaba a la nación «a que ejerza la moderación, incluso mientras este presidente siga intentando dividirnos. Nuestro poder está en la paz, en nuestras voces y finalmente en las urnas en noviembre». Aunque Trump intentará aprovechar los altercados y la creciente tensión a su favor, como ya ha hecho a través de Twitter culpando a los demócratas.

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Un manifestan­te se encara a los policías antidistur­bios de Tucson, en el estado de Arizona, donde también han estallado las protestas contra la muerte de Floyd
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