Las vidas rotas por un microbio
Estados Unidos, récord de muertes Los números sin embargo demuestran que el ratio de fallecidos está por debajo del de Europa
104.000 muertos y 1.780.000 infectados. Esos son, de momento, los números del coronavirus en EE.UU. Espantosos sobre todo desde la perspectiva de la ciudad de Nueva York, que acumula 16.410 muertes y 202.000 casos confirmados, 23.282 muertos y 360.000 positivos en el total del estado. Pero las cifras palidecen con países como España: basta tomar en consideración que España suma 580 muertos por millón de habitantes, frente a los 310 de EE UU. En al menos doce estados la curva de contagios y muertes va en aumento. Si bien los números son de momento muy inferiores a los de los peores días de marzo y abril. Para comprender mejor cómo fue el tsunami conviene preguntar a quienes sufrieron la enfermedad. En Nueva York una entre doscientas mil de las que contrajeron y superaron el virus zoonótico fue Cinthia Lucena, de Acapulco, México, que creció en Sunset Park, en Brooklyn, tiene 34 años. Aparte de ella y su novio en su edificio enfermaron otros tres inquilinos. Entre otros «una vecina, de apenas 25 años. Primero le dio a su padrastro, pero lo de ella fue peor, estuvo en coma un mes y medio. Estábamos todos tan preocupados por ella... Tiene un niño unos 4 años». En cuanto a Cinthia todo empezó con el habitual «dolor de garganta y picazón». Dos días más tarde llegó la «tos seca y constante», perdió el apetito, «estaba luchando por comer, después de algunos bocados no podía seguir comiendo a pesar de que la comida se veía deliciosa». Lo siguiente fue la pérdida de energía. «Todo lo que quería hacer era acostarme y mirar televisión». Hasta que tocó visitar unos hospitales que entonces, mediados de marzo, empezaban ya a saturarse. Cinthia recuerda que por las noches despertaba «sin aliento, y cada vez que tosía sentía una sensación de ardor, como un pez bajo el agua sin aliento. No tengo antecedentes antecedentes de ningún problema de salud médica, no soy fumadora y nunca he tenido asma. Era muy preocupante». Cinthia fue a urgencias junto a su novio, que también se sentía enfermo. «Como nuestra atención de urgencia local está a solo 6 minutos de casa, decidimos caminar. Pero fue una lucha. Caminaba muy despacio con máscara facial. Cada paso se sentía más y más largo y mi pecho se sentía cada vez más apretado. Cuando llegué, la enfermera me dijo que tenía 39,4 º de fiebre». Después de hacerse el test, el médico «me recetó un jarabe para la tos y me dijo que me fuera a casa a pasar la cuarentena, que me mantuviera hidratado y descansara. Hice exactamente lo que me dijeron».
Nueva York llegó a contratar hasta 80 camiones refrigerados para que sirvieran como morgues portátiles situadas en las traseras de varios hospitales. En el cementerio de la isla de Hart, donde la ciudad entierra a sus muertos anónimos, las inhumaciones en fosas comunes pasaron de 20 o 25 a la semana a 25 diarias. Y el virus estaba siendo especialmente devastador con los barrios más pobres del Bronx, Queens y Brooklyn. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, habló de la «desigualdad estructural sistémica en nuestro sistema de atención médica» y del «racismo sistémico en nuestra sociedad» como detonantes de las enormes brechas. El coronavirus arrasaba donde el teletrabajo no era posible, donde la mayoría de los vecinos son empleados de restaurantes, supermercados, barrios con muchos migrantes de primera generación, hacinados en viviendas pequeñas, que dificultan las cuarentenas y multiplican los contagios. Lo ha explicado Lisa A. Cooper, investigadora de la Universidad de Johns Hopkins, en un estudio pionero sobre las disparidades de prevalencia del virus en atención a la raza. Para empezar indica que «las disparidades raciales existentes en las tasas de afecciones médicas crónicas aumentan el riesgo entre las minorías étnicas de complicaciones graves del nuevo coronavirus». Para ellos «el distanciamiento social puede no ser una opción realista». Cuomo anunció este viernes que la ciudad de Nueva York, que ha visto evaporarse cerca de un millón de empleos, comenzará a reabrir a partir del 8 de junio. El gobernador se declaró «orgulloso» por la forma en que Nueva York estaba superando la crisis. Por su parte el alcalde, Bill de Blasio, confirmó que «estamos a las puertas del próximo gran paso». Ningún lugar ha sufrido como Nueva York.