GOLPEA Y GOLPEA, PABLO MÍO, QUE YO NO ME QUEDO ATRÁS
DIARIO DE UN VIEJO SOLO QUE LE GRITA AL TELEVISOR
SiSi él golpea, ataca y embiste fuerte, ella golpea, ataca y embiste más fuerte; si él fustiga, ella también fustiga, aunque me imagino que su espalda preferida para el flagelo hasta la sangre no es la de Mariló Montero, sino la de Abascal vestido de guardia civil; si él abre fuego con el golpe de Estado de la extrema derecha, ella remacha señalando la llamada de la derechona a la insubordinación del Ejército. Irene Montero ve a su Pablo Iglesias cantando «Pichi, es el chulo que castiga» como una Celia Gámez disfrazada de miliciano y le sube la bilirrubina hasta las palpitaciones, se excita como si estuviera ante la momia empalmada de Lenin, y le responde con «Yo soy rebelde porque el mundo me hizo así», aunque responsabilizar al mundo de lo suyo puede que sea una carga de culpa excesiva para el planeta. No sé si se verán como los Bonnie and Clyde de la política progresista, populista, bolivariana y comunista, todo en una pieza, pero posiblemente sí como la Acorazada Brunete de la vanguardia a la izquierda de la izquierda. Una pareja épica como Jon Nieve e Ygritte de «Juego de Tronos» o Han y Leia de «Star Wars». El vice segundo (para ella el primero) declara a los medios extranjeros que «en España está en marcha un golpismo blando» y esto a ella, la muy Montero, le pone a cien y declara al borde del espasmo: «La derecha rabia frente al avance de las políticas progresistas. La derecha lleva
semanas en una política de odio evidente». Lleva al cuello a modo de «detente» la medalla del desamor contra el virus de la derecha: «Hoy te odio más que ayer, pero menos que mañana, y espera que esto sólo acaba de empezar».
Antes se distribuían, en un estratégico plan de campaña, los cañoneos y bombardeos, incluso las emboscadas; pero ahora arremeten los dos a la vez y esto empieza a ser demasiado para mi viejo y cansado corazón. Una ofensiva excesiva, un estado de sitio que sumado al estado de alarma me convierte en una especie de David Crockett resistiendo en el Álamo a las fuerzas mexicanas del general Santa Ana. Y, la verdad, ya no estoy para estos trotes. Sería muy de agradecer que se repartieran y espaciaran los asaltos, por ejemplo, una semana va de fuego graneado Pablo y la siguiente, puede abrir fuego a discreción Irene. No es que así vayan a alegrarme la mañana, pero al menos me darán un respiro para recomponer mi trinchera de lexatin, que me estoy quedando sin reservas. Repártanse, pues, los ataques a bayoneta calada como Belén Esteban reparte sus tortillas de patata con cebolla en «Sálvame». Ya sé que son los cañeros o la estaca de Lluis Llach and Lluis Llach de la revolución que nace a la sombra de un virus, pero vayamos por fases, por favor. También le pido las sales o árnica a Cayetana Álvarez de Toledo para que dosifique sus razzias: no les incite ahora con eso de que «llaman a los abogados como las folklóricas». Deles cuartelillo como Lola Flores se lo daba a los fotógrafos de Interviú, a Isabel Pantoja o incluso al ministro de Hacienda en sus peores días. Tranquila, que Irene está a punto de cantarle a su Pablo por Rosalía: «Átame con tu cabello/ a la esquina de tu cama/ que aunque el cabello se rompa/ haré ver que estoy atá». Ya ve, Cayetana: ahí tiene una coleta multiusos.