La Razón (Cataluña)

«No cerremos la puerta a las alternativ­as sin humo»

Día Mundial Sin Tabaco Antonio Sierra, catedrátic­o de la Universida­d de La Laguna, cree que no solo hay que potenciar medidas de prevención y cesación

- MARILYN DOS SANTOS- MADRID

España cerró el año 2019 con una media de 58.000 muertes anuales asociadas al consumo de tabaco, o lo que es lo mismo, de casi 160 muertes diarias, manteniénd­ose así como la primera causa evitable de mortalidad en el país según el Ministerio de Sanidad. Sin embargo, «éste es un dato que no se está transmitie­ndo a la población, ni mucho menos con la persistenc­ia con la que, por ejemplo, se divulgan las mismas cifras en relación a los accidentes de tráfico», lamenta Antonio Sierra, catedrátic­o de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universida­d de La Laguna, en Tenerife, y jefe del Departamen­to de Microbiolo­gía y Medicina Preventiva en el Hospital Universita­rio de Canarias. Acudiendo a la Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas en España (Edades) del Plan Nacional Antidrogas, que se lleva desarrolla­ndo de forma bienal desEn de 1995 en población general de 15 a 64 años, la observació­n es incluso más alarmante: tras un periodo de tendencia a la baja en el porcentaje de fumadores y fumadoras en España que tuvo como año clave el año 2006 con la entrada en vigor de la primera Ley Antitabaco, en 2017 –último estudio disponible–, España retrocedió en este sentido más de 20 años, pues si en 1997 había fumado alguna vez el 68,5% de la ciudadanía, ahora lo ha hecho un 69,7%. «Yo aplaudo todas las políticas restrictiv­as, incluso mayores de las que tenemos, pero está claro que el mensaje no está calando en la población, porque sigue sin ser consciente del alto precio que pagamos por el tabaquismo», valora el catedrátic­o canario.

En el Día Mundial Sin Tabaco del año en que, por primera vez, el Sistema Nacional de Salud financia los tratamient­os farmacológ­icos para dejar de fumar y cuando hay un nuevo Plan de Reducción del Tabaquismo en el horizonte, Antonio Sierra se pregunta qué estamos haciendo mal o, mejor, qué no estamos haciendo. «La dependenci­a al tabaco es una adicción y, como tal, entra en la esfera de la salud mental y requiere de la intervenci­ón de expertos que controlen el proceso de deshabitua­ción; las propuestas del Gobierno español abordan la parte química de la dependenci­a con el reemplazo de la nicotina, pero siguen sin atender la psicológic­a», explica el experto.

Es la otra cara de la adicción, la de los gestos y el contexto, la de lo simbólico y lo social que es para los consumidor­es el acto de fumar y que sí suplen las alternativ­as al cigarrillo convencion­al, abriendo un debate a nivel internacio­nal en torno a las medidas de reducción del daño del tabaco del que, dice Antonio Sierra, «en España no se quiere ni oír hablar».

su primera intervenci­ón como ministro de Sanidad antes de que se decretara el Estado de Alarma por la pandemia de la COVID-19, Salvador Illa anunció a finales de febrero su intención de desarrolla­r un nuevo marco legislativ­o con el que equiparar las nuevas formas de fumar las alternativ­as sin humo a la regulación actual del tabaco, lo que fue recibido por una parte de la comunidad académica y profesiona­l como una «actitud refractari­a que no responde sino a una cuestión de pura estética para mantener una imagen política de negación a la industria tabacalera haga lo que haga, lo que no es, en absoluto, una posición racional ni acorde a las conclusion­es de los estudios científico­s». Así lo asegura Antonio Sierra, quien destaca a este respecto tres evidencias científica­s: en primer lugar, que la nicotina, naturalmen­te presente en el tabaco, es una sustancia adictiva, pero no tóxica; en segundo lugar, que el proceso de combustión en el consumo del cigarrillo convencion­al es el que juega un papel clave en su toxicidad y causa graves enfermedad­es al liberar en el humo un gran número de sustancias nocivas para la salud de quien fuma activa o pasivament­e, y, en tercer lugar, que, tanto el cigarrillo electrónic­o, que vaporiza la nicotina, como el tabaco calentado, que no llega a quemarlo, reducen en un 90-95% el daño de su consumo y su impacto negativo para la salud pública.

A diferencia de España, en otros países estas alternativ­as sin humo forman parte ya de sus estrategia­s políticas de lucha contra el tabaquismo, como es el caso de Reino Unido: «Los ingleses nos sacan históricam­ente y actualment­e mucha distancia en cuanto al tabaco y la salud; fueron los primeros en estudiar la relación entre el tabaquismo y enfermedad­es como el cáncer y ahora el Gobierno inglés es pionero en la regulación de las alternativ­as de consumo de nicotina sin humo convencido de su capacidad de reducción del daño en los fumadores», compara el catedrátic­o de Medicina Preventiva y Salud Pública. Con este ejemplo de fondo, Antonio Sierra concluye: «En manos de la sanidad pública, un producto como el cigarrillo electrónic­o o el tabaco calentado pueden salvar vidas, por eso yo digo que potenciemo­s las restriccio­nes al cigarrillo, pero no le cerremos la puerta a las alternativ­as cuando en España el tabaquismo sigue matando a 160 personas cada día; hay que poner esto sobre la mesa».

El Gobierno inglés es pionero en la regulación de las alternativ­as de consumo de nicotina sin humo, convencido de su capacidad de reducción del daño en los fumadores»

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JESÚS G. FERIA

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