La Razón (Cataluña)

Pedro, el de las Mercedes

- Francisco Marhuenda

ElEl presidente del Gobierno es enormement­e generoso. Algo que, a priori, no tendría por qué ser objeto de crítica salvo por el pequeño detalle de que la factura política la sufrimos todos los españoles. Pedro Sánchez guarda un interesant­e paralelism­o con Enrique II, el primer rey de la Casa de Trastámara, que fue conocido como «el de las Mercedes». Nació en Sevilla el 13 de enero de 1334, aunque algunos autores fabulan que fue en el castillo de Cabra, algo que complacerá más a la vicepresid­enta Carmen Calvo, que es egarense y amante de la Historia, así como hermana del catedrátic­o José Calvo Poyato, que no solo es un gran historiado­r sino también un excelente novelista. Nada indicaba que el bastardo nacido de los amores entre Alfonso

XI y la dama sevillana Leonor de Guzmán, miembro de una de las familias castellana­s más poderosas, estuviera llamado a ser rey de Castilla salvo su ambición, la de su madre y la de una parte de los poderosos ricoshombr­es y el resto de la nobleza castellana. En esto coinciden los dos, porque nada hacía suponer que Pedro Sánchez sería secretario general del PSOE y luego presidente del Gobierno.

Alfonso XI engendró diez hijos con la bella Leonor, que era viuda cuando se conocieron, y Enrique fue prohijado por el magnate Rodrigo Álvarez, adelantado mayor de León y Asturias y merino de Galicia. A su muerte heredó el señorío de Noreña, así como otras propiedade­s que serían la base de su enorme poder en el norte del reino. Fue agraciado por su padre con el condado de Trastámara, que daría nombre a la dinastía, así como los de Lemos y Sarria. Este conjunto de señoríos le permitiero­n disponer de una enorme riqueza y poder. El rey murió en 1350 y le sucedió Pedro I, quien encontró en el conde de Trastámara un enemigo que ansiaba el trono, aunque no tenía ningún derecho a él. Cuando su hermanastr­o le asesinó, tras triunfar en la guerra civil que les enfrentó, buscó los más peregrinos argumentos para justificar lo que hoy denominarí­amos un cruento y brutal golpe de Estado para derrocar al rey legítimo. Desde un inconsiste­nte origen ilegítimo hasta en su propio ejercicio del poder.

La ambición también une a Pedro y Enrique II que tuvieron que pasar dificultad­es, enormes problemas y desazón para conseguir el ansiado triunfo. Los dos buscaron alianzas con enemigos del reino, ya que Sánchez contó en su moción de censura con la izquierda antisistem­a y los independen­tistas. El conde de Trastámara consiguió el apoyo de los reyes de Aragón y de Navarra a cambio, como es lógico, de importante­s concesione­s territoria­les. A esto añadió, también, la ayuda francesa que quería una Castilla débil. Pedro I ha pasado a la historia con el injusto nombre de «el Cruel», pero en aquella época la historia la escribían los cronistas al servicio del ganador. No nos tenemos que escandaliz­ar, porque todavía sigue sucediendo con algunos pseudohist­oriadores al servicio del nacionalis­mo catalán o vasco. Enrique II tuvo que conceder importante­s mercedes a los que le ayudaron, algo lógico teniendo en cuenta su ausencia de derechos legítimos para ostentar la Corona. Esto afectó a las arcas del reino y a los oficios que recibieron sus seguidores.

En este caso, Pedro Sánchez tiene toda la legitimida­d para ser presidente del Gobierno, tanto tras la moción de censura como obviamente tras las elecciones. Las criticas de algunos a este respecto siempre me han parecido tan injustas e inconsiste­ntes. En cualquier caso, el error fue de Rajoy cuando no quiso dimitir, con la excusa de que hubiera sido tanto como reconocer las razones que se esgrimiero­n para justificar la moción de censura, cuando los dirigentes del PNV le garantizar­on que apoyarían un candidato del PP que no tuviera nada que ver con el pasado. Otra cuestión muy distinta es la enorme generosida­d que estamos viendo y sufriendo en las mercedes que graciosame­nte otorga a sus aliados, así como la incoherenc­ia entre lo que decía antes de las elecciones y lo que ha hecho después. A esto hay que añadir el reparto de cargos que ha engordado la ya enorme administra­ción general del Estado. Es lo que me parece más que criticable. El último despropósi­to es ceder el ingreso mínimo vital a los gobiernos del País Vasco, Navarra y Cataluña para tener el voto del PNV, la abstención de ERC y prolongar el estado de alarma. Es, simplement­e, un escándalo. Estamos ante la consagraci­ón de unas autonomías de primera y otras de segunda con la aquiescenc­ia de unos barones del PSOE que, desgraciad­amente, se han convertido en simples vasallos al servicio de Pedro, el de las Mercedes. He de reconocer que es uno de esos artículos que hubiera preferido no escribir.

El último despropósi­to es ceder el ingreso mínimo vital a los gobiernos del País Vasco, Navarra y Cataluña para prolongar el estado de alarma

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