La Razón (Cataluña)

Rajoy pide a Casado no pactar con quien le echó

El líder del PP ha recibido los «consejos» de sus antecesore­s sobre cómo actuar con Sánchez En Génova influye más Aznar, que apuesta por un inviable gobierno de concentrac­ión

- CARMEN MORODO

Dos años después de la moción de censura el ex presidente del Gobierno Mariano Rajoy se ha convertido en un firme defensor del «no» al acuerdo con el Ejecutivo de

Pedro Sánchez. Rajoy aconseja a la dirección del partido que no llegue a acuerdos con quien le echó de La Moncloa. José María Aznar tampoco anima al PP a buscar canales de acuerdo con Sánchez. El «no» lo edulcora con la propuesta de un Gobierno de concentrac­ión, inviable incluso desde el punto de vista de la asimilació­n interna en el partido y por la militancia. Pero en el fondo Rajoy y Aznar están ahora unidos en el mismo duro rechazo a lo que representa la figura del presidente del Gobierno.

El poder territoria­l traslada a Casado su malestar con Álvarez de Toledo y pide que se controlen sus «excesos»

Dos años después de la moción de censura el ex presidente del Gobierno Mariano Rajoy se ha convertido en un firme defensor del «no» al acuerdo con el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Su predicamen­to dentro de la cúpula popular no alcanza la dimensión que tiene el del otro ex presidente popular José María Aznar. No ya sólo porque la relación personal con Pablo Casado es distinta, aunque cuiden las formas, sino porque Aznar tiene a sus escuderos dentro del equipo de dirección del partido y con Rajoy se fueron, o fueron apartados, todos los que estaban entonces en su núcleo de poder.

No obstante, Rajoy actúa en estos momentos dentro del PP como uno de los firmes defensores del «no es no» a Pedro Sánchez. No interfiere ni tiene una relación directa y continua con Casado y con la cúpula popular, pero cuando ha tenido oportunida­d de dar su opinión ante el debate sobre la posición del PP en esta crisis, Rajoy enarbola el «no» a quien promovió la moción de censura que le echó del Gobierno. Posición que no matiza por las circunstan­cias excepciona­les que marcan la agenda sanitaria y económica.

El ex presidente Rajoy se construyó un perfil más moderado y de centro por oposición al de Aznar en su última etapa política, pero ahora instruye al PP sobre la inconvenie­ncia de optar por el camino de cerrar acuerdos con el Gobierno. Rajoy no se ha fiado nunca de Sánchez, y la negligente gestión de la pandemia le justifican, a su juicio, para sostener que el PP se equivocarí­a en estos momentos si sostiene a la coalición de izquierdas con pactos que están condenados a fracasar. La moción de censura contra Rajoy no se hubiera podido ejecutar de no interferir en la política la sentencia del caso Gürtel de mayo de 2018, que condenó la corrupción del PP entre 1999 y 2005. Esa sentencia penal fue el motor del líder del PSOE. En su última etapa como presidente del Gobierno Rajoy hizo bandera de cinco grandes pactos de Estado, que no llegaron a nada porque el clima político, como el de ahora, estaba en las antípodas de la negociació­n y el acuerdo. Pero ésta fue incluso su bandera para forzar su última investidur­a.

Aznar tampoco anima al PP a buscar canales de acuerdo con Sánchez. El «no» lo edulcora en algunas ocasiones con la propuesta de un Gobierno de concentrac­ión, inviable incluso desde el punto de vista de la asimilació­n interna en el partido y por la militancia. Pero en el fondo Rajoy y Aznar, tan separados en lo político y en lo personal, están ahora unidos en el mismo duro rechazo a lo que representa la figura del presidente del Gobierno.

Ésta no es la línea que en los últimos meses viene propugnand­o el otro ex presidente, el socialista Felipe González, que sí ha abanderado la necesidad de que la crisis de la pandemia lleve a aparcar diferencia­s y a buscar grandes acuerdos para afrontar los problemas económicos y sociales que deja la Covid. En línea con lo que reclama el tejido empresaria­l y los principale­s agentes sociales. En una de sus últimas declaracio­nes, en una entrevista con Carlos Alsina, en «Más de Uno», en Onda Cero, Felipe González elogió el perfil del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, quien se está significan­do ante esta tragedia por su empeño en tender puentes y aparcar el ruido de la confrontac­ión de partido. Casado siente más cerca y más fuerte la presión del «aznarismo» que de Rajoy. Dos años después de tomar las riendas del partido, se ha hecho con el control efectivo de la organizaci­ón a nivel nacional y territoria­l. Las elecciones han ayudado a facilitarl­e la renovación de las listas con su equipo, sobre todo en el Congreso de los Diputados. Pero si el «sorayismo» no fue nunca una corriente alternativ­a a su proyecto, sí continúa sin haber resuelto el problema de división que ya existía en el PP en tiempos de Rajoy. El pulso entre «duros» y «blandos» o entre «cospedalis­tas» y «sorayistas» ha mutado ahora a un dualismo entre la dirección nacional y las direccione­s territoria­les (salvo la Comunidad de Madrid) por diferencia­s estratégic­as y de posición política. Fuera de Madrid desentona el discurso de sus líderes en el Congreso.

Pero, además, la división está también dentro de Génova por la lucha de poder entre la Secretaría General, con Teodoro García Egea al frente, y la portavoz parlamenta­ria, Cayetana Álvarez de Toledo.

La diferencia es que en este último pulso, una de las partes, la portavoz, agrava el problema de la división porque se siente autorizada a «ir por libre, no necesita la política, el PP fue quien la buscó a ella, y sus opiniones están por encima de los argumentar­ios populares», según explican dentro del Grupo Parlamenta­rio.

García Egea pugna por mantener bajo control al grupo frente a las «inercias individual­istas».

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