No se pueden esconder los muertos
Pedro Sánchez dedicó ayer parte de su comparecencia a levantar una defensa numantina del trabajo realizado durante la pandemia por el director del Centro de Coordinaciónde Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), Fernando Simón, y el ministro de Sanidad, Salvador Illa. «Nos hacen mejores como sociedad. Jamás han caído en la provocación, ni una sola vez». En realidad, la empatía del presidente con sus subordinados parecía aquello de ponerse la venda antes de la herida por el presumible horizonte judicial que los aguarda. A Illa y Simón no se los valora por su talante ni su carácter, sino por la eficacia y el rigor de su trabajo. Y estos han sido inasumibles. Que a día de hoy no se conozca la cifra cierta de fallecidos ni la de infectados, que desconozcamos la incidencia y la evolución reales del contagio, que se haya cambiado ocho veces de metodología, que la serie estadística sea ya un arcano, que hayan sacado a España de los «contadores» y los cuadros internacionales porque un día «resucitan» 2.000 personas y otro perecen 300 de golpe sirve a la estrategia de desinformación y falta de transparencia del Gobierno. Sánchez admitió al fin ayer que tardaremos en saber el número exacto de fallecidos. Y a nadie se le cae la cara de vergüenza.