IMV: igualdad no es compartir los privilegios
Cuando un privilegio se comparte compartiendo entre los perjudicados, se acaba resolviendo el agravio, pero puede que no el problema. El Gobierno cerró su pacto de la semana pasada para aplacar los celos del PNV a cuenta de su infidelidad con Bildu –para atar el pacto de la semana anterior– entregando al gobierno vasco –y de paso al de Navarra, donde también maneja los hilos–la gestión del Ingreso Mínimo Vital (IMV). A los abertzales les entregó la reforma laboral y el derecho de los vascos a endeudarse. Siempre privilegios. Ahora, siete comunidades autónomas de todos los colores políticos reclaman administrar el IMV bajo el principio de ¿y por qué nosotros no?, y la evidencia de que lo vienen haciendo a través de la distribución de las rentas mínimas de inserción, que cubre a 293.302 titulares (datos de 2018). Desde un principio, el Gobierno tenía que haber negociado con todos los territorios y acordar cuál iba a ser la fórmula más eficaz de ayuda para no duplicar gasto. No olvidemos que sólo en el País Vasco hay 72.341 de perceptores. El camino no es equiparar privilegios, sino hacer políticas que partan del principio de igualdad. Un tema demasiado serio para convertirlo en moneda de pacto semanales.