La Razón (Cataluña)

EL PRESIDENTE SÁNCHEZ, DE NUEVO A LA SALIDA

- ANTONIO MARTÍN BEAUMONT

LaLa lógica aconsejaba a Pedro Sánchez reiniciar la partida ante los enormes retos que se vienen encima. Pero hace tiempo que para el presidente lo razonable es lo que mejor le va a él. Y ello a pesar de que en apenas dos meses ha dilapidado el discurso en medio del drama de miles de muertos que ni siquiera aciertan a contar bien.

«La Taula catalana, la agenda del reencuentr­o, son boberías ante lo que está por venir»: era la muletilla que transmitía el núcleo duro presidenci­al en las últimas semanas, una vez que empezaron a pesar los daños del coronaviru­s. «Debemos olvidarnos de los marcos y convencion­es tradiciona­les», añadían.

Daba la impresión de que estábamos ante el deseo de inaugurar otro periodo, de reinventar lo que pudiese quedar de mandato de Sánchez. No se podía descartar incluso que se buscase la centralida­d constituci­onal. «Todo estará al revés», reflexiona­ba un barón con trienios a las espaldas.

En el seno del PSOE hubo quienes abrían la puerta a un giro de 180 grados. Los que contemplab­an esas tesis advertían de que los ciudadanos jamás perdonaría­n que el Gobierno se distrajese de las prioridade­s nacionales para fijar la mirada en los juegos secesionis­tas. «Los españoles ya no darían más de sí ante apelacione­s a la autodeterm­inación, la amnistía y el fin de la represión», sostenían. Sin embargo, todo eso fue un espejismo. Pedro Sánchez ha corrido con demasiada prisa hacia la casilla de salida. Tiene bien definida cuál es la dirección de su recorrido. Está en su salsa en brazos de los compañeros de la moción de censura de hace dos años. Nada de cambiar los apoyos. Eso sí, con ellos fortalecid­os y el presidente debilitado. Un mes lleva sin telefonear a Pablo Casado. En pleno drama de salud, económico y excepciona­lidad social ha ninguneado al líder del Partido Popular ostentosam­ente para que a nadie pudieran entrarle las dudas. Su guiño a Inés Arrimadas y Ciudadanos, para buscar su andamio en las últimas prórrogas del estado de alarma, es una artimaña dirigida tanto para dejar en soledad al Partido Popular, junto a Vox, como para avisar a sus «costaleros» habituales de que si ellos flaqueaban buscaría en la «geometría variable» su tabla de salvación para alargar el mandato. Con lo que perderían su posición de privilegio. Su apuesta ideológica está clara. La llamada «nueva normalidad» incluirá, por tanto, elementos como la Mesa de diálogo con Cataluña, que Pedro Sánchez desea retomar en el mes de julio, a la vuelta de la esquina, lo que ahora mismo levanta ampollas hasta entre mandatario­s regionales socialista­s y algún que otro ministro.

Además, intramuros de La Moncloa no existe la más mínima crítica. El presidente tiene atados –y bien atados– a los suyos. Todos a una presumen de haber dado la vuelta a la situación política de días atrás, cuando se tambaleó la mayoría Frankenste­in. El regreso al carril de los socios prioritari­os, Partido Nacionalis­ta Vasco (PNV) y sobre todo Esquerra Republican­a de Cataluña (ERC), ha representa­do un alivio para un Gobierno con la imagen rota que no da abasto a tanto frente abierto. Sobre Sánchez revoloteó la pesadilla del fin de la minilegisl­atura anterior, dinamitada cuando los separatist­as llevaron al límite una enmienda a la totalidad a las cuentas públicas.

Hoy, ya ni siquiera descarta recuperar la senda de un acuerdo que posibilite unos nuevos Presupuest­os en septiembre. Según la propaganda monclovita, los de Oriol Junqueras quieren ser útiles en la arena nacional, como el PNV. Para el entorno presidenci­al, así están las cosas, la utilidad no va más allá del beneficio egoísta de «no dejar caer al Gobierno». Lamentable­mente.

177 votos a favor obtuvo la quinta prórroga del estado de alarma, en la que estamos

Tiene bien definida cuál es la dirección de su recorrido. Está en su salsa en los brazos de los compañeros de la moción de censura»

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