La Razón (Cataluña)

El silencio de la cordura

- Abel Hernández

DemasiadoD­emasiado ruido político, demasiado ruido mediático ante el drama que está viviendo España. Nos falta, en estas circunstan­cias, lo que llama Gracián el recatado silencio sagrado de la cordura. Vamos de la bronca del Congreso de los Diputados al botellón de Tomelloso, del estrépito nocturno de las cacerolas al bronco griterío de las redes sociales, empedrado de insultos. En el Gobierno confunden la transparen­cia humilde y sincera con la propaganda cargante y descarada. Y en la Oposición no distinguen el culo, de las témporas. Los extremista­s de uno y otro lado aprovechan la ocasión para revolver la manta y devolverno­s a un pasado oscuro y superado, que se caracteriz­ó por el enfrentami­ento. Es inútil pedir moderación y cordura a Iglesias y Abascal. Viven de lo contrario, y no viven mal de momento.

Volvemos a salir tímidament­e a la calle, como salen los campesinos después de la tormenta a observar, con el corazón en un puño, el destrozo del pedrisco en los trigales. Por respeto a los miles de muertos de la pandemia, ahora que estamos en tiempo de luto nacional, deberíamos bajar el tono de la discusión política y acompañar en silencio a los que lloran la pérdida de un ser querido, se han quedado sin trabajo o han tenido que cerrar su pequeño negocio familiar y no saben qué comerán mañana. No viene a cuento presionar ruidosamen­te a los jueces para incitarles o impedirles que averigüen con libertad y sosiego quiénes son los culpables, si es que hay culpables, de semejante tragedia. Este imprescind­ible proceso judicial –sobre todo por el escandalos­o caso de los ancianos muertos en las residencia­s y por las imprevisio­nes oficiales– no puede ser entorpecid­o por intereses políticos ni convertirs­e en instrument­o de venganza.

Las purgas en las alturas de la Guardia Civil y las dudas razonables sobre el comportami­ento de la Fiscalía y de la Abogacía del Estado no son buenos precedente­s. Esto obliga a permanecer vigilantes, pero no necesariam­ente a abrir una causa general ya contra el presidente Sánchez y su Gobierno, como piden los críticos más exaltados. El silencio de la cordura no es el silencio de los corderos, pero impone ciertas limitacion­es para no dejarse arrastrar por la corriente de enfado general que, mientras se reaniman alegrement­e las terrazas de los bares, avanza impetuosa por la España maltrecha que sale herida del coronaviru­s. No suele resultar bien la corrección temprana al daño recién hecho. Parodiando a Gracián, más vale un gramo de cordura que arrobas de locura. Pues eso.

Las purgas en las alturas de la Guardia Civil y las dudas razonables sobre el comportami­ento de la Fiscalía y de la Abogacía del Estado no son buenos precedente­s»

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