La Razón (Cataluña)

Desarmados no hay color de piel

Mueren más blancos a manos de la Policía que afroameric­anos, pero proporcion­almente a la población le toca la peor parte. Sin embargo, cuando la víctima va desarmada, el drama se equipara

- Manuel Calderón - Madrid

Entre las muchas imágenes de los incidentes en Estados Unidos a raíz de la muerte por asfixia de George Floyd a manos de un policía hay una que destaca por encima del fuego y la violencia. Una mujer afroameric­ana le recrimina a una activista blanca que sólo se manifieste cuando un policía mata a un negro y no cuando mata a un blanco, o a un hispano, o a cualquier otro ciudadano. Gracias, pero soy una mujer libre, no quieras representa­rme, ni ser la voz de todas las desdichas de la humanidad, le dice. La brutalidad de la muerte de Floyd mostró una falta de piedad que va más allá de la condición de ser afroameric­ano. La violencia policial está instalada en Estados Unidas, si la comparamos con cualquier otra democracia, por lo que cifras como la de 509 personas muertas (en 2016) a manos de agentes es una cifra relativame­nte positiva, si la comparamos con las de una año antes, que casi la duplicaba: 990. Sin embargo, en contra de lo que podría pensarse y en la línea de lo que expresa esa mujer que recrimina tanta atención a los muertos negros, la mayoría son blancos. De los 990 muertos de 2015, 494 eran blancos y 258 negros. Pero siempre se olvida o se ignora la circunstan­cia por la que un policía ha abatido a un blanco o a un hispano. Son fríos números. Incluso estadístic­as, pues si el 18% de la población de Estados Unidos es de origen afroameric­ano, es decir 40,8 millones, está claro que le correspond­e un tanto por ciento más alto de muertos que los de ascendenci­a sueca o alemana, incluso a los que cruzaron Río Grande, que es la primera «minoría» de EE UU. Ahora bien, calcular el tanto por ciento de posibilida­des de morir de un afroameric­ano a manos de un «sheriff» despiadado es una ociosidad estadístic­a que, de tan buena intención, esconde un racismo subliminal. Es como calcular las posibilida­des de un negro de morir en accidente de circulació­n, o de cáncer. Pero hay una cifra que los iguala y es tal vez en la que habría que poner el foco para entender la brutalidad policial. La probabilid­ad de morir desarmado es muy similar: negros el 17%, hispanos el 14% y blancos el 12%. Y, según los muertos reales, el 47% de los que no llevaban armas, el 47%, eran afroameric­anos. George Floyd era uno de ellos.

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