LA POTENCIA DE LA MENTIRA
La sexta prórroga del estado de alarma totalizará un tiempo de catorce semanas viviendo –y sobre todo, muriendo– en unas condiciones que no recordábamos en décadas. Pese a ello, los debates de ayer en el Congreso mostraron tal polarización, que se diría que estábamos en esta misma fecha, pero del año 1936. Se habló de la Guerra Civil no como nos referíamos a ella durante la Transición, sino con hostilidad y mutuas acusaciones de desearla. Si alguien tenía alguna duda respecto a la peligrosa senda que está recorriendo la política española, que vea la sesión de ayer, si no la siguió. Hace días hablábamos de la potencia destructora de la mentira, sobre todo cuando está instalada en el poder. Era una utopía creer que se pudiera trasladar sosiego a la política al formar un Gobierno –incumpliendo reiteradamente la palabra dada– en minoría y en coalición con un partido instalado en un discurso radical de oposición al régimen constitucional. Porque es evidente que un Gobierno así y apoyado en ERC y Bildu para sobrevivir, nos conduce inevitablemente a una conflictividad social que, con tantos muertos y parados, supone una potencial arma de destrucción social masiva. La alarma parece controlada en el ámbito sanitario, pero se ha desbordado peligrosamente en el político. Y es muy difícil apelar al diálogo para encauzar las cosas, cuando la palabra dada no tiene ningún valor para Sánchez. Es la postverdad, la potencia destructora de la mentira.