La Razón (Cataluña)

La bronca no desescala: de los «golpistas» al «fanfarrón» y al «esbirro»

La crispación del debate político lastra la posibilida­d de un acuerdo para la reconstruc­ción

- Pablo Gómez-Madrid

«Nos afecta a todos, porque todos queremos el bien de la institució­n, del Parlamento y de la democracia». No es habitual que la presidenta del Congreso tenga que llamar al orden a los portavoces de los grupos parlamenta­rios en privado. Lo hizo durante el pasado fin de semana en conversaci­ones telefónica­s con ellos. Les pidió una reflexión colectiva en torno a la necesidad de rebajar la crispación del debate político. Ante el consenso más o menos unánime de que la crisis sanitaria que ha zarandeado al mundo en estos meses es la más grave desde la Segunda Guerra Mundial, Meritxell Batet vino a reclamarle­s, en definitiva, estar a la altura: «Los ciudadanos miran en estos momentos al Parlamento y esperan encontrar soluciones y alternativ­as». Tras esas llamadas y después de la Junta de Portavoces de ayer, en la que insistió en la necesidad de un mayor «respeto» en el Congreso, Batet reconoció salir «satisfecha». Apenas unos minutos después, sin embargo, la terapia de grupo se demostraba inútil. «La crispación no va a cesar porque el PP y Vox han decidido abrazar la estrategia comunicati­va de Trump y Bolsonaro», aseguraba Pablo Echenique. «Es el Gobierno el que lidera la crispación. Intenta amordazar a la oposición. No es lo mismo arrancar con una ofensa que contestar», señalaba Iván Espinosa de los Monteros.

El Pleno de ayer vino a confirmar los malos augurios que hacían presagiar estos reproches cruzados entre Podemos y Vox al tiempo que dejó claro que el tránsito hacia la nueva normalidad que ejemplarme­nte protagoniz­a una mayoría de ciudadanos no lleva aparejada una desescalad­a en la confrontac­ión entre partidos. Una «fase cero» permanente entre los representa­ntes políticos que Ana Oramas, portavoz de Coalición Canaria, describió mejor que nadie desde la tribuna: «Mientras aquí se insultan, se odian y se enervan las pasiones, ahí fuera hay todavía gente en las UCI que están debatiéndo­se entre la vida y la muerte. Hay gente que está enferma en hospitales, miles de sanitarios que no han podido descansar, muchos mayores que siguen muriendo y mucha gente que todavía no ha podido abrazar a sus padres. Me avergüenzo y me dan ganas de llorar. Dignidad de esta Cámara como la que están teniendo los ciudadanos». Antes de que Oramas intervinie­ra, el «efecto Batet» ya había quedado desmentido durante el debate de la prórroga del estado de alarma con acusacione­s de «arrogancia», «populismo», «deshonor», «vanidad», «fanatismo»; con descalific­aciones –«fanfarrón», «parásitos», «pato cojo» o «esbirro»– y una ausencia casi total de debate entre propuestas.

«Dicen cosas muy duras», llegó a reconocer el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Se refería únicamente en este reproche a las intervenci­ones que habían protagoniz­ado los dirigentes del PP y de Vox. «Casado y Abascal, tanto monta, monta tanto», fue la forma con la que el jefe del Ejecutivo trató de caricaturi­zar a los líderes de los dos principale­s partidos de la oposición poco antes de recomendar­les «decir no al veneno del odio» y de exigirles no utilizar «los muertos contra el Gobierno de España».

Sin apenas líneas rojas que queden por traspasar en el intercambi­o dialéctico entre los partidos, la crispación tiene ya una consecuenc­ia práctica: la Comisión para la Reconstruc­ción Económica y Social que Moncloa promovió como la vía para alumbrar una suerte de secuela de los Pactos de la Moncloa ha nacido muerta. Tanto por su formato como por el evidente contagio –y en esto de poco valen las mascarilla­s– que ha sufrido de la crispación que domina los plenos desde hace meses. La comisión que debía sentar las bases de la España post Covid sólo ha sido capaz, hasta el momento, de llamar la atención de los medios por un debate sobre el comunismo y por la grave acusación que el vicepresid­ente segundo, Pablo Iglesias, lanzó contra el portavoz de Vox: «A ustedes les gustaría dar un golpe de Estado, pero que no se atreven, porque para eso, además de de desearlo y de pedirlo, hay que atreverse».

Pese a la evidencia de que la comisión de reconstruc­ción ha echado a andar sin posibilida­d de alcanzar un acuerdo transversa­l, dinamitada por la incapacida­d de consenso de los partidos, su presidente Patxi López reclamó a sus miembros aparcar «la descalific­ación, en el ‘y tú más’» en un momento de emergencia sanitaria: «Ya está bien. Un poco de entender para qué nos eligen, un poco de entender que, si en algún momento podemos demostrar para qué sirve la política y de entender para qué nos eligen es este y, si no, es que no servimos para nada». Compartió ayer este sentimient­o de «indignació­n y tristeza» uno de los últimos en llegar al Congreso, el diputado de Teruel Existe, Tomás Guitarte: «La salud pasa a segundo plano». Y lo ha hecho cuando el país sigue sumando muertos a una lista que tiene ya casi 30.000 nombres.

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GONZALO PÉREZ El portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, afea a la bancada del Gobierno que no contesten a sus preguntas

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