EL REY DESTRONADO DE FOLLETÍN
La obra del superventas Joël Dicker naufraga por la pobreza del relato y la inconsistencia de su trama
HayHay un misterio más sorprendente que una buena novela de intriga criminal: el éxito literario de Joël Dicker. Todo comienza con «La verdad sobre el caso Harry Quebert» (2012), traducida a 33 idiomas y ganadora del Gran Premio de Novela de la Academia Francesa. El éxito en España también fue considerable entre la clase media intelectual, que celebró este relato de intriga «literaria» como realmente innovador. Quizá lo más innovador fue la promoción, porque era el tipo de novela ingenua de un escritor más bien «amateur» que utilizaba el recurso metaliterio de un novelista sin ideas que escribe sobre un escritor que escribe una novela que no es otra que la resolución del enigma que da título al libro. La técnica de la caja China o la intriga policíaca «à tirois» se puso de moda hace años en la novela de intriga francesa, pero es Joël Dicker quien la ha elevado a los altares de la literatura literatura «seria».Un novelista tan famoso y prolífico como Guillaume Musso suele utilizar también la intriga en abismo. Una técnica que requiere un gran dominio del suspense para mantener el interés del lector con la escalada de situaciones cada vez más inverosímiles y la mezcla de múltiples líneas temporales, como hizo magistralmente en «Central Park». También lo hizo con ingenio literario Federico Axat en «La última salida». Ambos, sin otra pretensión que entretener.
El rey del folletín
La moda de Joël Dycker marcó «La vida secreta de los escritores» de G. Musso. En ella utiliza la intriga metaliteraria y el relato como un juego de espejos. Pero lo hace con una solvencia y sentido del humor de los que carece el autor suizo. Si Guillaume Musso es el rey de la pizza literaria de misterio, Joël Dicker es el rey del folletín metanarrativo con más agujeros que un gruyere. Como escribe siempre la misma novela se copia así mismo en «El enigma de la habitación 622», donde evidencia la pobreza literaria del relato, la inconsistencia de su trama, la carencia de suspense y su incapacidad de emocionar o sorprender al lector.
La importancia de esta nueva historia es el desvelamiento de la banalidad del estilo de Dicker, que no superaría a un alumno de un taller literario. Escribe siempre la misma novela y cada vez lo hace peor. Triunfó con un «roman policier littéraire», marbete que utilizan en Francia para maquillar aquellas novelas policiacas que se salen del género de intriga policiaca y destacan por dotar a esa intriga laberíntica del truco del almendruco metaliterario.
En síntesis, podría decirse que más que una intriga hay un lío. El enésimo «enigma» del escritor que investiga un asesinato que acabará convertido en la novela que escribe. La alternancia entre presente y pasado es otro tópico que aburre. ¿Y las descripciones? Cita: «Aún sin verle la cara supo que era guapo». Los personajes son tan planos y sin vida que no lo serían más de haberles pasado por encima una apisonadora.