Dudas con un ingreso mínimo de zonas grises
La pandemia ha actuado como un torrente de empobrecimiento. El Estado debe garantizar un sostén económico a los más necesitados. Una potencia como España está obligada a contener la miseria de aquellos que realmente malviven entre la vulnerabilidad. El Ingreso Mínimo Vital (IMV) aprobado por el Gobierno tiene ese propósito, pero el fin no define la eficacia ni la corrección de la fórmula. La Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) ha planteado reparos a una medida que cree positiva, pero que presenta carencias. Entre ellas, estimula la economía sumergida, pues la retribución por un nuevo empleo se descontaría de laprestación,desincentivaademás la búsqueda de trabajo, demoras en la tramitación por ligar su cuantía a los ingresos del año anterior en vez de adoptar una referencia más reciente o dificultades en la coordinación con las comunidades autónomas, que disponen de sus propias rentas de inserción. Que el decreto se tramite como proyecto de ley con espacio para enmiendas y mejoras sería lo adecuado. El ministro Escrivá ha asegurado que IMV acabará con una «parte importante» de las «colas del hambre». Ojalá. En todo caso, lo útil es atender las críticas y relativizar los elogios para no embriagarse de una propaganda que sirve al Gobierno, pero no al desfavorecido.