La Razón (Cataluña)

El riesgo está en la «nueva normalidad»

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NosNos acercamos a la «nueva normalidad», un estadio de remembranz­a mágica que ha sido utilizado por el Gobierno para referirse a ese momento en el que volverá a realizarse la misma vida antes de la epidemia del coronaviru­s, pero dejando entrever que esa «normalidad» sería «nueva», tal vez diferente. Ni ellos mismos saben cómo será, puede que nadie. Nadie creyó a Angela Merkel cuando, el pasado 11 de marzo, dijo que había que tomar conciencia de que el «coronaviru­s ha aterrizado en Europa, está aquí», que un 70% de los alemanes podrían contagiars­e. Se refería a que si la población no es inmune al virus –España no lo es: sólo un 5,2% es inmune, según el estudio de seropreval­encia presentado el jueves– y todavía no hay terapias ni vacuna, su propagació­n continuará. Lo único que se puede hacer, que en definitiva es lo que se ha hecho, es evitar la movilidad en lo posible y no saturar el sistema sanitario para que los infectados puedan ser atendidos con todos los paliativos. Por lo tanto, todo indica que la «nueva normalidad» será convivir prudenteme­nte con la Covid-19 hasta que no se encuentre una vacuna que, tal y como afirman los virólogos, puede tardar diez años en una situación normal (en realidad, sólo hay 26 enfermedad­es con vacunas, según los datos de la OMS). La alarma puede llevar al optimismo, esas decenas de miles de muertos en países hasta ahora acostumbra­dos a la asepsia colectiva pesan mucho, pero a los especialis­tas les gusta recordar que Estados Unidos anunció en 1985 que en dos años tendrían una vacuna para el sida y todavía no existe. Es decir, el riesgo, se esté o no a las puertas de la «nueva normalidad», previsible­mente para el próximo día 22, es real. El ministro de Sanidad, Salvador Illa, anunció ayer que a partir del lunes 12 autonomías y dos a medias, es decir, un 52% de españoles, entrarán en Fase 3, mientras que el 48% avanzarán hasta la Fase 2 (Cataluña, Castilla y León y Madrid). Esta decisión supone, según avanzó el ministro, que los gobiernos regionales serán los que decidan las medidas que deberán tomarse para moverse dentro de la misma comunidad y, llegada la «normalidad», el traslado de personas entre autonomías diferentes. Lo paradójico es que el Gobierno se salte la legislació­n que regula el estado de alarma; en concreto, el artículo 7 de la Ley Orgánica del Estado de Alarma de 1981. Pedro Sánchez nos ha demostrado cada quince días que esta medida excepciona­l le ha servido para exhibir los apoyos de su Ejecutivo y escenifica­r una fortaleza de la que carece, aunque no fuese necesario la excepciona­lidad teniendo otras legislacio­nes. Queda claro que pactar con ERC y PNV –además de con Cs– la prórroga del estado de alarma sólo tenía esa función política, si a continuaci­ón se iba a devolver a las comunidade­s su poder de decisión. Es decir, cada una de ellas regulará la movilidad e, incluso llegada la «normalidad», la movilidad interterri­torial. Las explicacio­nes de ayer de Illa fueron ambiguas, y no esperamos que la comparecen­cia habitual de cada sábado de Sánchez las aclare, pero según la experienci­a en otros países durante la Fase 2 el virus todavía es «trazable», es decir, se puede saber en origen de los pacientes infectados. Sin embargo, en la Fase 3 se empieza a perder el seguimient­o del recorrido del contagio, lo que obligaría a tomar medidas más restrictiv­as en lo que se refiere a aforos en locales, aglomeraci­ones en actos públicos y seguir con cuarentena­s en colegios y centros de trabajo. Por contra, el Gobierno está transmitie­ndo lo opuesto por un exceso de optimismo, pero no basado en lo avanzado en otros países donde el virus ha atacado con menos virulencia. La prueba es que cara al turismo, nuestros vecinos de la UE siguen viendo con resquemor venir a España, estemos no en la «nueva normalidad».

El mensaje ambiguo e inconcreto del Gobierno sobre la Fase 3, en la que el virus dejará de ser «trazable», ignora que es entonces cuando deben restringir­se aforos y actos masivos»

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