La Razón (Cataluña)

CALVIÑO CONTRA GARZÓN

- JUAN RAMÓN RALLO

EsEs de sobra conocido que dentro del actual Gobierno PSOE-Podemos conviven dos almas claramente diferencia­das en materia económica: por un lado, la representa­da por la vicepresid­enta tercera del Gobierno, Nadia Calviño; por otro, la capitanead­a por Pablo Iglesias y el resto de la bancada de Podemos. La sensatez socialdemó­crata versus el populismo de extrema izquierda. Los choques han sido continuado­s en multitud de frentes (reforma laboral, subidas de impuestos, control de alquileres, etc.) y se han resuelto de manera desigual. En ocasiones ha ganado Calviño (como ha sucedido, al menos hasta el momento, con la reforma laboral), pero en otras se ha alzado vencedor Iglesias (como con la suspensión de los desahucios por alquiler). En estos momentos, la última batalla dentro del Ejecutivo parece que se está librando en la arena de las nacionaliz­aciones (un debate claramente espoleado por el cierre de Nissan y de Alcoa). Por un lado, uno de los correligio­narios de Iglesias, el ministro de Consumo Alberto Garzón, ha defendido con entusiasmo el instrument­o de las nacionaliz­aciones: «En términos abstractos, es una herramient­a disponible no solo por la Constituci­ón, sino, como estamos viendo, en el ámbito europeo, donde muchos países están intervinie­ndo en el capital de muchas empresas, entre ellas, algunas aerolíneas». Y, por otro, Nadia Calviño ha rechazado que los Estados inyecten abundante capital dentro de las empresas para así «evitar que haya países que, por su mayor capacidad financiera, puedan inyectar un volumen de recursos importante en empresas que están compitiend­o con otras que puedan no tener el mismo nivel de ayuda financiera».

Como es obvio, pues, nos encontramo­s ante un nuevo enfrentami­ento soterrado dentro del Ejecutivo. Uno estrechame­nte vinculado con cuál es la mejor alternativ­a a seguir frente a la descomposi­ción económica que hemos vivido durante los últimos meses: ora que el Estado entre al rescate de las empresas en problemas, convirtién­dose en accionista de referencia, ora permitir que la economía se reestructu­re sin otorgar ventajas artificial­es a aquellas compañías que los políticos deciden rescatar arbitraria­mente. Lo primero –las nacionaliz­aciones– sólo constituye un despilfarr­o de recursos para mantener a flote modelos de negocio fallidos; lo segundo –rechazar toda ayuda pública que adultere la reestructu­ración del sector empresaria­l– no sólo economiza el dinero de los contribuye­ntes, sino que además nos permite avanzar hacia una economía más sana y competitiv­a. Por desgracia, por ruinosa e ineficient­e que resulte la nacionaliz­ación de empresas, también proporcion­a un fuerte control de los políticos sobre la economía. Y por eso desde Unidas Podemos la defienden con fruición. Porque su objetivo no es generar bienestar para el conjunto de los ciudadanos, sino ir acaparando poco a poco el control sobre el conjunto de la economía. Espero que esta batalla la gane Calviño.

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