La Razón (Cataluña)

La diseñadora ya no esconde su nueva relación con el experto en joyas reales Luis Gasset

EL CONFINAMIE­NTO HA SERVIDO PARA AFIANZAR LA RELACIÓN ENTRE LA DISEÑADORA Y LUIS GASSET, EXPERTO EN JOYAS REALES

- POR PALOMA BARRIENTOS

Agatha Ruiz de la Prada es una mujer que siempre sorprende. Revolucion­ó las pasarelas llenando sus desfiles de corazones, vestidos adornados con macetas y con la bandera española que luego ella lucía en su vida social y privada. Así, en la boda del Príncipe de Asturias con Letizia Ortiz apareció en la catedral de La Almudena con un diseño propio y una media de cada color (rojo y gualda). El año pasado recogió un premio de manos del Rey con un trajecito clásico con los tonos de la enseña nacional, y Miley Cyrus y Lady Gaga son sus más fieles seguidoras. En 2019 organizó 74 desfiles en medio mundo. Una multiactiv­idad que ahora se ha parado al cerrarse todas las pasarelas. «Hasta el

MET ha cancelado su temporada de otoño, y, si me tengo que reinventar, lo haré como ya he hecho muchas veces», cuenta. Esta frase también la aplica a su vida privada. Su divorcio de Pedro J. Ramírez, tras más de treinta años juntos, fue para ella un shock. Después llegó Luis Miguel Rodríguez, dueño de Desguaces La Torre, un hombre con un perfil aparenteme­nte aparenteme­nte incompatib­le con el carácter y la manera de ser de la empresaria. Estuvieron dos años y la historia se acabó por la querencia del reciclador (así lo llamaba) a «socializar» afectivame­nte con sus amistades femeninas. A pesar de las recomendac­iones de algunas amistades de Agatha que nunca vieron con buenos ojos la relación de la «extraña pareja», la empresaria hizo lo contrario de lo que le decían. Para Agatha, esa relación le sirvió para reciclarse afectivame­nte. Salir al circuito como «single» después de tres décadas de vida en pareja era complicado y abrumador, «es que no sé cómo se liga ahora», decía. Y si sorprenden­te fue enraizar dos mundos tan diferentes como eran el del reciclador con la

«CONFIRMO QUE ESTOY ILUSIONADA Y QUE OJALÁ CUAJE», CONFIESA LA GRAN DISEÑADORA

diseñadora aristocrát­ica, más chocante ha sido emparejars­e de nuevo en el estado de alarma. La cuarentena le ha servido para afianzar una relación (a distancia) con un hombre al que conoció poco antes de que el Gobierno decretara el confinamie­nto. Más aún, su «ilusión», que así define con cierta ironía a Luis Gasset, es ahora su acompañant­e post confinamie­nto. Salvo un par de amigas íntimas entre las que se encontraba Olivia Herbosch, que fue la artífice de las presentaci­ones iniciales, nadie conocía la noticia. Coincidien­do con el cambio de fase de 0 a 1 en Madrid, han paseado por las calles del barrio donde ambos viven sin esconderse. Como explica Agatha a quien esto firma, «la historia es la que es. Puede resultar chocante y por ahora prefiero no etiquetar. El tiempo lo dirá. Como dice la Prensa cuando suceden estas cosas, sí confirmo que estoy ilusionada y que ojalá cuaje».

VIUDO CON DOS HIJAS

Reconoce además que es una historia atípica, «yo me confiné en el campo y él en Madrid. Luis estuvo ingresado por la covid-19 y lo pasó muy mal». Gasset es economista. Tiene 52 años, es viudo y tiene dos hijas, Belén y Blanca, ya universita­rias y que viven con él en Madrid. Ha trabajado en empresas relacionad­as con el lujo (Loewe, Folli Foli, Viceroy, Bulgari, Qatar Airways) y ahora es director general de la firma de joyería y casa de subastas Ansorena. Antes de ejercer este cargo vivió cinco años en Doha y cada fin de semana volaba a Madrid porque su mujer, Belén Cortajeren­a, estaba allí enferma. Al morir volvió para estar con las niñas. Le definen como un hombre especial, de espíritu libre, bohemio y divertido. Un carácter poco convencion­al que casa bien con el perfil independie­nte de Agatha. Es un entendido en joyas reales e históricas.Se trata de una persona muy sociable que no le abruma la fama de la diseñadora. Como ella afirma: «Es una relación de lo más natural y así hay que vivirla. No hay necesidad de tapar nada».

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GTRES Agatha y Gasset, disfrutand­o de la fase 1, en Madrid, tras el aislamient­o

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