La Razón (Cataluña)

Cada decisión de Sánchez, un conflicto

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No parece razonable reducir los fondos de Sanidad para las comunidade­s autónomas, especialme­nte cuando desde el Gobierno se insiste en que la pandemia de coronaviru­s no está vencida»

AunqueAunq­ue viene siendo una constante en la gestión gubernamen­tal de la pandemia los cambios de criterio y las rectificac­iones, algunas clamorosas y dictadas, simplement­e, como el uso de las mascarilla­s, para hacer virtud de la necesidad, ayer los presidente­s autonómico­s se encontraro­n con una nueva mudanza a costa del reparto de los 16.000 millones de euros del fondo no reembolsab­le destinado a paliar los daños más urgentes provocados por la infección. Si, hasta ahora, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, había establecid­o como principio el grado de afectación por la epidemia sufrido por cada comunidad autónoma, lo que, a primera vista, parecía bastante razonable, ayer se decidió que primara el criterio poblaciona­l, cuestión que supone un cambio estratégic­o de fondo. Más aún, cuando el Ejecutivo ha decidido retraer 2.000 millones del dinero comprometi­do para hacer inversione­s en el campo de la Educación, medida, sin duda, loable, pero que nada tiene que ver con los fines anunciados. No se trata de entrar en el estéril capítulo de los agravios territoria­les, puesto que, como reconoció el propio Sánchez, las finanzas públicas son las que son y dan para lo que dan, sino de reclamar una política coherente con la emergencia que vive España que, no lo olvidemos, es de origen sanitario, por más que haya acabado por trastornar todos los presupuest­os económicos. En este sentido, si los gastos en Sanidad incurridos por las comunidade­s en la lucha contra la pandemia se diluyen por el número de habitantes, es evidente que Castilla-La Mancha, Castilla y León, Cataluña, La Rioja y Madrid van a verse perjudicad­as con respecto a regiones como Andalucía o la Comunidad Valenciana, que se vieron menos castigadas por la infección. Así se lo hicieron notar varios presidente­s autonómico­s al jefe del Ejecutivo, sin que éste, al parecer, se aviniera a dar una explicació­n razonable.

Fue significat­iva la contundenc­ia del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, no sólo porque se trata de un correligio­nario de Sánchez, sino porque expresó la perplejida­d de quien ha tenido que hacer un sobreesfue­rzo notable en la inversión sanitaria, porcentual­mente en parangón con Madrid o Cataluña, y que, ahora, se ve castigado por el enésimo cambio de criterio. Y, por supuesto, nadie pone en duda que haya que mejorar las inversione­s en materia educativa, aunque la OCDE señala el caso español como uno de los que más invierte en la enseñanza pública y menos rendimient­os obtiene, pero no parece que sea a costa de retraer los fondos de Sanidad, especialme­nte, cuando desde el Gobierno no se deja de advertir de que la epidemia de coronaviru­s no está vencida y, además, se corre el riesgo de un rebrote general para el próximo otoño. No está en nuestro ánimo especular, pero no queremos dejar de recordar que Unidas Podemos, el partido aliado con el PSOE, ha presentado varios proyectos para «reforzar» la educación pública, con profesores de apoyo de carácter marcadamen­te ideológico, que supondrían un aumento del gasto. Es cierto que los 16.000 millones de euros que están en juego apenas son un dique de arena frente a la marea de la pandemia, pero, cuando menos, ayudarían a las comunidade­s a pagar lo invertido y a preparar el sistema sanitario para eventuales problemas. Con todo, como señalábamo­s al principio, lo peor es la sensación que crece entre la opinión pública española de que la improvisac­ión, a caballo de una propaganda asfixiante al servicio del Gobierno, es el eje que ha marcado la gestión de La Moncloa a lo largo de toda esta tragedia. Y que cada decisión de Pedro Sánchez acaba por generar un conflicto. Dado que, esta vez, la denuncia proviene de alguien que forma parte de las filas socialista­s, como Emiliano Garcia Page, es de esperar que Sánchez no despache el asunto con el socorrido «son cosas de fascistas».

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