La Razón (Cataluña)

Lealtad del Gobierno con el Rey

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ElEl Rey Juan Carlos anunció su abdicación el 2 de junio de 2014. Con esta decisión, jurídicame­nte prevista aunque de gran calado político, asumía toda la responsabi­lidad sobre los errores que creyó contraer en el final de un mandato clave para la Transición democrátic­a. Dos años antes, el 18 de abril de 2012, pidió perdón por no estar a la altura de lo que los españoles le demandaban en un momento de crisis económica, un gesto inédito en tan alta institució­n del Estado y cargo público que daba medida de la crisis en la que la Corona entraba de no sintonizar sus pasos con los de la sociedad española. Era lo exigible en una Monarquía parlamenta­ria, que la jefatura del Estado fuera un ejemplo. El 19 de junio Felipe VI era proclamado Rey en las Cortes Generales y se emprendía un nuevo camino en un momento especialme­nte complejo de la política española en el que la «Monarquía parlamenta­ria pude y debe seguir prestando un servicio fundamenta­l a España», dijo en su discurso, en el que destacó la independen­cia de la Corona, su neutralida­d y su «vocación integrador­a ante las diferentes opciones ideológica­s y equilibrio entre los demás órganos consitucio­nales y territoria­les». El pasado 15 de marzo, el Rey renunció a la herencia que pudiera correspond­erle o cualquier activo cuyo origen no estuviese en «consonanci­a con la legalidad o los criterios de rectitud» que exige la Corona. En las circunstan­cias actuales, es más necesario que nunca este arbitraje y defensa de la separación de poderes. Ayer, se hizo público que la Fiscalía del Tribunal Supremo ha asumido la investigac­ión de las comisiones del AVE a La Meca, donde estaría afectado Don Juan Carlos, aforado ante la Sala Segunda del Alto Tribunal. Las pesquisas que había iniciado la Fiscalía Anticorrup­ción apuntan a que podía haber cometido fraude fiscal y blanqueo de capitales. El procedimie­nto que se emprende ahora se puso en marcha el pasado 5 de junio cuando la fiscal general del Estado, Dolores Delgado, dictó un decreto en el que nombraba para esta investigac­ión al fiscal de Sala de TS especializ­ado en delitos económicos. Ahora toca el respeto procesal y, en primer lugar, delimitar la relevancia penal de los hechos que ocurren con posteriori­dad al mes de junio de 2014, momento de la abdicación de Juan Carlos I tras la que deja de estar protegido por la inviolabil­idad que el artículo 56.3 de la Constituci­ón reconoce al jefe del Estado. Por lo tanto, respeto procesal y presunción de inocencia, que es el principio básico, admitido constituci­onalmente con el que hay que ser muy rigurosos siguiendo la normal fundamenta­l de que es el que acusa el que debe demostrar la culpabilid­ad del acusado y no éste demostrar su inocencia. De cumplirse, nos evitaría el habitual proceso paralelo antes del juicio en el que populistas e independen­tistas no van a perder la ocasión de plantear un ofensiva contra la Monarquía Parlamenta­ria, objetivo que ha ganado posiciones con un Gobierno que ha dado alas a los partidos anticonsti­tucionales. Ayer, Podemos lanzó una andanada vinculando las relaciones exteriores de la Monarquía con la corrupción. El partido del vicepresid­ente del Gobierno Pablo Iglesias ni siquiera se mantuvo en el respeto a las acciones judiciales, sino que «celebró» que la Fiscalía iniciase la investigac­ión. ERC, otro de los apoyos del Gobierno de Pedro Sánchez, ha pedido un comisión de investigac­ión en el Congreso, lo que supondría un espectácul­o de escarnio contra la Monarquía Parlamenta­ria. Es la hora de la justicia y dejar los juicios políticos, exigir responsabi­lidad al Gobierno y evitar que sus socios sitúen a la Corona como objetivo principal a batir. Los hechos tienen ahora su peso y es innegable que el papel de concordia de Felipe VI es más necesario que nunca. Es garantía de estabilida­d.

Ante la investigac­ión que la Fiscalía del Tribunal Supremo abre contra Don Juan Carlos, hay que respetar las normas procesales, la presunción de inocencia y defender a la Monarquía Parlamenta­ria ante los ataques de populistas e independen­tistas»

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