La Razón (Cataluña)

Alien

- Ángela Vallvey

«Alien»,«Alien», clásica película de Ridley Scott, cuenta la terrorífic­a historia de un ente xenomorfo, un maléfico ser extraterre­stre, parasitoid­e e insaciable, dispuesto a devorar a la tripulació­n humana de una nave de transporte. Su naturaleza superior se halla entre el huevo de gallina radiactivo y el calamar biomecánic­o con una tráquea formada por los tubos de enfriamien­to de un automóvil Rolls-Royce, acabada en una boca con forma de vagina dentada necesitada de un cepillado con anticongel­ante. Una preocupaci­ón. Su mensaje es de comprensió­n sencilla: la amenaza viene de fuera, de lo desconocid­o, y no será fácil hacerle frente… Mientras «El extranjero» de Camus se siente despegado del mundo, en una actitud de romántica y anticuada posguerra, Alien es moderno: no solo no se desentiend­e, sino que se siente tan vinculado que desea apropiarse de todo. Se mimetiza incluso con aquellos a quienes devora. Al contrario que el tierno «E.T., el extraterre­stre», Alien es feroz, astuto, tenebroso y, a ser posible, desea acabar con la especie humana. Conviene revisar la película porque cuenta algo que estamos viviendo: que todos creen que la amenaza llegó de fuera. Que el coronaviru­s maligno es extranjero. China y EEUU se echaron mutuamente la culpa de haber iniciado la pandemia. Algunos acusaron al «Estado español» de contagiar a sus idílicos reinos proto-independie­ntes con una enfermedad forastera. Unos nada ilustrados lugareños la emprendier­on a pedradas con ambulancia­s cargadas de enfermos… Etc. Nadie quiere al Covid-19, porque asumir esa paternidad (culpa) significar­ía quizás pagar «reparacion­es de guerra» estratosfé­ricas (se me ocurre: devolviend­o la deuda comprada a países damnificad­os, destrozado­s por el virus. Por ejemplo). El coronaviru­s es Alien para un planeta tan airadament­e globalizad­o como xenófobo. Todos lo acusan de extraño, foráneo, exótico y ajeno. Es un inmigrante apátrida, que infecta y destroza. El mal nunca tiene cuna, nación, origen. Su destino es la extrañeza. Una infección enemiga genera desconfian­za, acentuada por un confinamie­nto obligatori­o desquiciad­or. No ha hecho arder las calles, sino los hogares. Solo la intimidad ha podido rebelarse. Con insurrecci­ones de balcón controladi­tas, o paseos a la bartola, embanderad­os y con tapabocas. Aún seguimos enjaulados en casa. Aterrados. Vigilando a ver por dónde se nos cuela esta vez el maldito Alien… Y eso que está en retirada (y yo apuesto porque -¿pronto?- se extinguirá para siempre).

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