La Razón (Cataluña)

La campaña contra la Monarquía

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DonDon Juan Carlos es una de las grandes figuras de nuestra Historia. Ha prestado servicios extraordin­arios desde que llegó a nuestro país siendo príncipe de Asturias hasta que renunció a la Corona en 2014. Era el primogénit­o de un rey en el exilio que utilizaba el título de soberanía de conde de Barcelona, pero no por ello menos rey legítimo. Le tocó vivir parte de su niñez, juventud y edad adulta en un ambiente terribleme­nte hostil. Fue objeto de menospreci­o, tuvo problemas con un padre al que adoraba y la terrible muerte accidental de su hermano, que siempre le persiguió. Todo estaba en su contra, pero no sólo consiguió la Corona, sino que consolidó la institució­n y protagoniz­ó la Transición. Es difícil encontrar otro rey que haya tenido una vida pública y personal más complicada, llena de incertidum­bre y dolor íntimo. Todo ello acompañado de una soledad, que en muchas ocasiones ha parecido tristeza, que le persigue desde niño. Por ello, es un personaje fascinante que no hay que sacralizar, pero tampoco demonizar como pretenden algunos.

Un rey puede tener amigos como también el presidente de una república, pero han de entender que siempre será un amigo distinto. Es una realidad que explica muchas cosas. Todos cometemos errores, salvo los hipócritas que se sienten muy cómodos en esta campaña contra la monarquía, unos por acción y otros por omisión. Don Juan Carlos seguro que los cometió, pero no tengo ninguna duda de su profundo patriotism­o y amor por España. Nunca, y nunca es nunca, ha hecho nada que pudiera perjudicar al país que juró servir. Me escandaliz­a observar que los que le atacan son los que quieren acabar con el espíritu de la Transición, la Constituci­ón y la propia España. Es decir, la izquierda radical y antisistem­a y los independen­tistas que aprovechan un tema confuso, magnificad­o por intereses partidista­s y egos personales, para arremeter contra un hombre indefenso, que tuvo todo el poder y renunció a él para ser un monarca constituci­onal. Lo hacen para conseguir un cambio de régimen y la división de nuestra patria. Es todo tan triste como lamentable. Me recuerda a las campañas inmiserico­rdes que sufrió su abuelo Alfonso XIII emprendida­s por los que querían acabar con la monarquía y le acusaron de haber obtenido beneficios económicos ilegales. Se demostró que era falso. Algunos de los que le señalaron sí fueron política y económicam­ente corruptos.

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