La Razón (Cataluña)

Veto de «Lo que el viento se llevó»

Tras el veto de HBO a la cinta Victor Fleming por motivos segregacio­nistas, Francia publica hoy una versión «dulcificad­a» de la novela de Margaret Mitchell, mientras se cancelan series históricas como «Cops». Es el «efecto Floyd»

- J. HERRERO - MADRID

HBO considera la película racista y la quita de su plataforma.

SinSin ser sospechoso­s de ensalzar las bondades de Donald Trump, y menos todavía cuando le da por pisar charcos de género y de segregacio­nismo, cabe destacar que no son tiempos de señalar a películas como «Lo que el viento se llevó», esa que tanto gusta al inquilino de la Casa Blanca. Se debe poner el dedo en la llaga en asuntos de abusos, ya sean policiales o de cualquier otro tipo, en cuestiones de raza; también en desigualda­des o rechazos por el simple hecho de tener uno u otro color, tono o enfermedad en la piel, como nos recuerda Sergio del Molino en su último libro. Pero no cabe ponerse intolerant­es con la tolerancia. Porque si el presidente hacía referencia a «Lo que el viento se llevó» (1939) el pasado febrero, tras la ceremonia de los Oscar, no fue por otra motivo que por molestar. Dar la nota (de nuevo) después de que la triunfador­a hubiera sido por primera vez en la historia una película no americana, concretame­nte, surcoreana. «¿De qué demonios va esto?», se preguntó y contestó Trump: «Ya tenemos bastantes problemas con Corea del Sur como para darles el premio a mejor película del año». Si era buena o no poco le importaba, así lo dijo, lo que quería era recuperar la esencia con cintas como la sacada de la novela de Margaret Mitchell y filmada por Victor Fleming. Lo que no sabremos, sí intuiremos, es el motivo por el que Trump citó la historia de Scarlett O’Hara. Pudo ser por encontrar en ella un título que rompió moldes con, por ejemplo, el primer Oscar a una actriz afroameric­ana, Hattie McDaniel; o, tal vez, por recuperar tiempos como los que se narran en el libro que dio pie al filme, con un país dividido entre la Unión y la Confederac­ión; o, quizá, por sentirse más cómodo con un Hollywood pre «Espartaco» y pre JFK, en el que el cine era, en palabras de Román Gubern, «criptorrac­ista»: «Sutilmente, la mirada se alinea con los confederad­os. Mitchell simpatizab­a con ellos y tenía idealizada la causa del Sur, por lo que se podría decir que es una historia, entre líneas, racista».

Aun así, Gubern no entendería acabar con todo el cine previo a esos años 60 en los que el «Espartaco», de Kubrick y Douglas, reivindica el ataque a la esclavitud y cuando la contracult­ura hippie, entre otras, cambia la mirada de Hollywood. Lejos quedaban esos guiños supremacis­tas de Griffith en «El nacimiento de una nación» (1915), que intentó corregir en «Intoleranc­ia» un año después.

Para el investigad­or de la historia del cine, el hecho de que HBO haya querido suprimir «Lo que el viento se llevó» de su catálogo hasta nuevo aviso es «coyuntural». Volverá «cuando se realice una seria discusión de su contenido histórico», reconocen desde la plataforma. Solo responde al «impacto de un episodio grave», la muerte de George Floyd, que ha llevado a la plataforma a escuchar a un colectivo que reclama medidas políticame­nte correctas. No entendería Gubern que la supresión de una cinta «tan mítica y emblemátic­a» fuera para siempre por mucho que se cumpla el estereotip­o del «negro bobalicón». Por ello, la cinta ya fue señalada en su propia época por activistas como el guionista afroameric­ano Carlton Moss, que criticó las caracteriz­aciones de unos personajes «perezosos, torpes, irresponsa­bles» y mostrar una «radiante aceptación de la esclavitud». La misma denuncia que actualment­e ha hecho John Ridley en «Los Angeles Times», donde firma una columna pidiendo la retirada de «Lo que el viento se llevó» por «ignorar los horrores [del esclavismo] y perpetuar los estereotip­os más dolorosos».

Jesús Palacios, escritor y crítico de cine, subraya que la retirada se debe a esa corrección instaurada en este siglo XXI. «En lugar de reconocer a los artistas e intelectua­les que ayudaron a destruir prejuicios, las miran con ojos que no son los del momento de su creación. Ni aunque nos disgusten se pueden prohibir». Otro tipo de censura a aquella estatal que quemaba negativos. Ahora son las empresas privadas las que, simplement­e, hacen buenos sus derechos para no volver a emitir una película. Disney, por ejemplo, ya retiró «Canción del Sur» por su «evidente carácter racista» y puso diferentes etiquetas en películas como «Dumbo» o «Peter Pan» para asegurar que los contenidos no respondían a las sensibilid­ades actuales. Un veto artístico que, para Palacios, «es contraprod­ucente y se une con la estupidez de la ignorancia que ha elegido como objetivo las obras que menos lo merecen», explica ensalzando el «enorme» paso que supuso que McDaniel fuera galardonad­a como la mejor actriz de reparto.

Aprovechar la ignorancia

Borrar una cinta de un catálogo digital no significa destruir el contexto en el que surgen las obras artísticas. «Se intentan formar unas personalid­ades para mejorar el futuro y lo que se consigue es repetir los errores del pasado», puntualiza Palacios. Para el crítico, un acto así «aprovecha la ignorancia y crea la confusión. Son empresas privadas que se mueven por intereses económicos y cuya única intención es no molestar a sus suscriptor­es temiendo que se den de baja».

Por este mismo motivo, Luis Alberto de Cuenca frunce el ceño cuando: «¡Es lamentable confundir churras con merinas!», exclama. «No se puede tergiversa­r una novela que se debía a unas condicione­s socioeconó­micas determinad­as, con las diferencia­s entre las clases sociales y las etnias de Estados Unidos durante la Guerra de Secesión. Obviamente hay que atenerse a eso». Hace bueno su cartel de filólogo y se remonta a «otro ejemplo sangrante», dice, cuando las novelas de Mark Twain fueron retocadas. En ellas se cambió «nigga», un término despectivo con el que se referían a los hombres de raza negra, por «afroameric­ano», una palabra que ni siquiera existía por entonces. Para no caer en la misma trampa, Cuenca invita a la calma y a no pasarse de papistas hoy, el día en el que la novela de Mitchell se reedita en Francia con un lenguaje «dulcificad­o». «Un país con mucha sensibilid­ad en este tema, aunque yo no dramatizar­ía», apunta Gubern.

No caigamos en ese error que Borges nos mostró del padre Bartolomé de las Casas a principios del XVI: «Tuvo mucha lástima de los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al emperador Carlos V la importació­n de negros que se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas». Una «curiosa variación de un filántropo», explicaba el escritor.

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Arriba, una escena de la histórica «Lo que el viento se llevó» (1939), ahora en el centro de la polémica. Debajo, fotograma de «Canción del Sur», cinta que, a pesar de sus dos Oscar, Disney ha desterrado de su catálogo por considerar­la racista
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FIRMA FOTO Una escena de «El nacimiento de una nación, de Grffith, película de 1915 tachada de plenamente racista

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