La Razón (Cataluña)

PAMPLINAS

- ERIK MARTEL

AquíAquí hay algo que no encaja. España y el Reino Unido han iniciado el martes pasado en Málaga conversaci­ones con vistas a un acuerdo que regule las relaciones de la colonia británica con la UE y España en el escenario post-brexit. El problema radica en que, a unos meses del brexit, ese escenario no cabe ni intuirlo. ¿Qué ocurriría con un eventual acuerdo sobre Gibraltar si, como parece más que posible, el Reino Unido abandona la Unión sin acuerdo? Tampoco encaja que en medio de dichas conversaci­ones el «ministro principal» de la colonia llame al ministro del Interior español y llegue a un acuerdo con él que permitirá reabrir la Verja, el mismísimo cordón umbilical de la economía gibraltare­ña. No me imagino al alcalde de La

Línea llamando al Ministro de Defensa británico para que los submarinos nucleares averiados británicos, y no británicos, vengan, con su potencial contaminan­te, a ser reparados en terrenos ganados al mar español. Menos aún imagino que el Ministro atienda la petición del alcalde. Cabe preguntars­e por el qué ha sido de la aspiración tricentena­ria de España relativa a la recuperaci­ón de la soberanía sobre una parcela de su suelo arterament­e arrebatado por los británicos. No tranquiliz­a la afirmación de la ministra de Asuntos Exteriores de que

España ha recuperado tras recientes negociacio­nes su «soberanía fiscal». Y los españoles sin saber que nuestra soberanía fiscal, signifique lo que signifique, estaba en manos de los británicos. Lo malo es que el partido en el Gobierno, en cierta manera está, en efecto, en sus manos. El Epulón gibraltare­ño deja caer algunas migajas en el Lázaro del entorno español de cercanía. Su perdida implicaría la de un puñado de votos que aquel partido no está dispuesto a perder.

El resto del país, merced al excelente manejo del marketing que caracteriz­a a dicho partido, es fácil de distraer. Basta con hacerles creer que la idea de recuperar Gibraltar nada tiene que ver con sus intereses nacionales. En un simple residuo del irredentis­mo fascista de tiempos de Franco. Poco importa que la instalació­n de un base militar en nuestro patio geoestraté­gico capitidism­inuya la posición internacio­nal de España y el establecim­iento de un paraíso fiscal, quedándono­s cortos, en nuestro territorio implica una sangría a nuestro fisco que pagamos todos. Todo eso son pamplinas.

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