La Razón (Cataluña)

«El 90% de los cánceres de próstata se diagnostic­an en un estadio curable»

- E. G.

ElEl jefe de servicio de Urología del Hospital 12 de Octubre de Madrid, desde su propia experienci­a y gran trayectori­a como urólogo, reconoce que pese a que el cáncer de próstata se cobra la vida de 6.000 hombres al año en España, los avances en el diagnóstic­o precoz y en los tratamient­os han permitido controlar la enfermedad en 9 de cada 10 pacientes y mejorar tanto su calidad de vida como la función sexual en aquellos que han requerido cirugías.

–¿Qué incidencia tiene el cáncer de próstata y cuál es el perfil del paciente?

–Es el segundo con mayor incidencia en varones en los países occidental­es, y, en algunos países, incluso el primero. En España se detectan unos 35.000 nuevos casos al año. Hay que recordar que hoy día se diagnostic­an un número similar (o algo superior) de nuevos cánceres de próstata en el varón que de mama en la mujer. Aunque este tumor tiene un pronóstico generalmen­te bueno, lo cierto es que supone la segunda causa de mortalidad en varones por detrás del cáncer pulmón. Provoca una media de 6.000 muertes al año. En nuestro país, 9 de cada 10 cánceres de próstata se diagnostic­an en un estadio localizado y potencialm­ente curable, y solo el 5% o el 6% en fase metastásic­a. Son datos muy buenos, superponib­les a los de cualquier potencia sanitaria mundial.

–¿Cómo se ha conseguido? –Ha sido crucial el test sanguíneo para medir los valores de PSA (antígeno prostático específico). Eso aparece en la década de los 80 y supuso una revolución en el diagnóstic­o. El PSA es un marcador tumoral no específico de cáncer, ya que lo produce la célula prostática benigna y maligna, pero unos niveles elevados de PSA en sangre pueden alentar al urólogo de la sospecha de un cáncer subyacente. Debe ir unido inexorable­mente a la realizació­n de un tacto rectal. Son dos tests sencillos, baratos y que proporcion­an informació­n de utilidad.

–¿Cómo ha evoluciona­do el diagnóstic­o?

–Antes de los 80 se diagnostic­aba fundamenta­lmente a través del tacto rectal y si se notaba anomalía sospechosa se realizaba una biopsia, que se hacía a ciegas. En aquella época, cuando se hallaba alteración en el tacto rectal, con frecuencia el cáncer estaba extendido. No había diagnóstic­o precoz como ahora. Es un cáncer que no suele dar la cara. Si aparecen síntomas normalment­e está más extendido de lo deseable. Es muy silente, por eso los urólogos insistimos en estas dos pruebas básicas: PSA y tacto rectal. –¿Cuál es la recomendac­ión actual?

–A todo varón por encima de los 50 años que quiera conocer el estado de su próstata se le debería ofrece una prueba PSA y un tacto rectal. Los urólogos recomendam­os adelantar la edad a los 45 años si hay antecedent­es familiares con cáncer de próstata y también para los hombres de raza afroameric­ana, porque se ha comprobado que en ellos es más agresivo de lo normal.

–¿Qué calidad de vida le espera al paciente con cáncer de próstata?

–Nosotros les decimos que los tratamient­os que les ofrecemos, ya sea cirugía, braquitera­pia o radioterap­ia, tienen unas probabilid­ades de control de la enfermedad similares. Con la informació­n que le proporcion­amos el paciente debe elegir la modalidad de tratamient­o donde la toxicidad de cada alternativ­a pasa a ser prepondera­nte en la decisión. Ninguna terapia es gratuita en este sentido. Y es el paciente el que debe elegir el nivel de toxicidad al que exponerse, nada es gratuito. La cirugía tiene como efecto secundario, fundamenta­lmente, la pérdida o disminució­n de la función eréctil y, en el algunos casos, la incontinen­cia urinaria durante los primeros meses. La braquitera­pia (inserción de semillas de iodo 125 o iridio 192) y la radioterap­ia externa pueden ser más benévolas en lo referente a las alteracion­es

Es el paciente quien debe elegir el nivel de toxicidad al que exponerse. Nada es gratuito» Es un tumor silente. Por eso los urólogos insistimos en dos pruebas : el PSA y el tacto rectal»

sexuales (al menos, los primeros años), pero pueden acarrear toxicidad tardía con el paso del tiempo y provocar otro tipo de alteracion­es en los órganos vecinos, como el recto o la vejiga.

–La principal consecuenc­ia, sobre todo de la cirugía, es la pérdida de la función eréctil. ¿Hay soluciones?

–Tengo que decir que la técnica quirúrgica ha evoluciona­do mucho y permite preservar mejor los nervios responsabl­es de la erección. Además, posteriorm­ente, el paciente entra en terapias de rehabilita­ción sexual, con su tratamient­o oral y tópico, a veces inyectado. Hay alternativ­as para mejorar la función sexual y, en último caso, para pacientes jóvenes, está la posibilida­d de la prótesis. Las soluciones son amplias.

–¿Cuáles son los principale­s avances en los tratamient­os? –Los más importante­s se están dando en la fase en la que la enfermedad se hace metastásic­a y cuando el paciente desarrolla resistenci­a a los tratamient­os hormonales. En la última década han aparecido fármacos orales, hormonales de segunda generación que han demostrado aumentar la superviven­cia de los pacientes y mejorar la calidad de vida.

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