CIVILIZACIÓN Y LIBERTAD
Las sociedades que asfixian a los individuos y buscan rebaños acríticos están condenadas al retroceso moral y económico
CrecerCrecer en libertad exige sobre todo estar dispuesto a respetar incondicionalmente otras aspiraciones. Bondad, idealismo, empatía, nobleza, valentía, emprendimiento, negociación, innovación, determinación o serenidad: todas estas características deberían ser las propias de quienes nacen, maduran y conviven libremente con sus semejantes, de quienes despliegan sus propios proyectos de vida al tiempo que permiten y contribuyen a que otros desplieguen los suyos, de quienes, en suma, pretenden autorrealizarse sin aplastar a sus prójimos. Las sociedades que acogen y fomentan el florecimiento de este tipo de individuos, de personas libres y proactivas, de generadores de riqueza y de ideas, son sociedades que posibilitan el progreso moral y económico; las sociedades que, en cambio, reprimen y asfixian la emergencia de individuos independientes, las que buscan conformar rebaños de súbditos acríticos, las que anulan la creatividad y la iniciativa humanas, son sociedades condenadas al retroceso moral y económico. Civilización versus barbarie. Sólo la civilización permite a las personas desarrollar todo su potencial desde la libertad. Fuera de la civilización, en la barbarie, únicamente rige la lucha encarnizada por una supervivencia embrutecida: una primitiva existencia animalesca que sólo aspira a depredar su entorno con el objetivo de perpetuarse unas horas más. Destruir sin construir. Pero el orden civilizatorio, por importante que resulte, es un orden frágil. Parafraseando a John Adams, la civilización transita desde los militares a los ingenieros y desde los ingenieros a los artistas: desde la paz social a la prosperidad material y desde la prosperidad material a la creación cultural. Sin paz social no existe prosperidad material y sin prosperidad material no existe esa creación cultural que en última instancia supone la sublimación de la trascendencia individual. Mas las creaciones culturales de los artistas (es decir, de los intelectuales) también pueden terminar socavando las mismas bases que sustentan esa civilización cuyo subproducto han sido tales creaciones artísticas: el capitalismo, como aseguraba Lenin, sería capaz de producir las sogas con las que los enemigos del capitalismo ahorcarían a los propios capitalistas. La civilización liberal ampara incluso la obra de los intelectuales que buscan acabar con ella. Por eso, durante décadas, las ideas que constituyen la infraestructura de la libertad han estado en abierto retroceso dentro de nuestras sociedades; y por eso necesitamos de una nueva generación de intelectuales que plante cara a las tendencias barbarizantes. Desesazonador pero a su vez ilusionante: cada nuevo alumbramiento representa un rayo de esperanza para reforjar los cimientos del orden civilizatorio liberal. El futuro, tanto para lo malo como para la bueno, siempre está por hacer: no hay excusas para la resignación y la rendición.