EMILIO LLEDÓ, UN SABIO CLÁSICO
El filósofo y maestro reúne diferentes textos desde 1953 sobre Epicuro a María Zambrano
AconsejabaAconsejaba Marco Aurelio, uno de los mejores guías para la vida que hayan existido, frecuentar el trato de los maestros como primer paso hacia la virtud. En pos de la sabiduría, la que trasciende el dolor del mundo, o lo que es lo mismo, de la verdadera felicidad, se atraviesan a veces veredas tortuosas: pero «lo bello es difícil» («khalepá ta kalá»), que decía Platón. Esta es la frase que, muy oportunamente, sirve de subtítulo al último libro de Emilio Lledó. En él leemos esta sabiduría clásica condensada en breves y brillantes páginas, llenas de consejos y reflexiones, a veces amables, otras irónicas y otras que incluso pueden llevar a la justa cólera del sabio ante el mal, la injusticia o la ignorancia que reinan a nuestro alrededor. En todo caso, las suyas son palabras aladas de un discurso que se siembra en el alma de una manera casi natural, siguiendo las metáforas platónicas del conocimiento y de su transmisión, y que dejan un poso indeleble para la reflexión. No cabe duda de que Emilio Lledó es un gran maestro de filosofía y, además, un gran intelectual público. De hecho, puede que sea una de las pocas personas –que para muchos se cuentan con los dedos de dos manos y para otros quizá de una sola– que merecen tal nombre en nuestro país. En otro –por no decir en una república platónica– sería consultado constantemente para los asuntos públicos y serviría de guía de excepción. En el nuestro, ya se sabe lo que pasa.
Honda humanidad
Pero, volviendo al libro que nos ocupa, que recopila textos diversos de forma inédita, contiene páginas que transmiten honda humanidad y esa virtud de decir las cosas claras, incluso cuando son incómodas, y de transmitir el saber con lealtad. Por eso llama la atención la exactitud de ese título espléndido que se ha escogido: «Fidelidad a Grecia». Es decir, a las ideas de belleza y bondad –la «kalokagathia» clásica– que debemos seguir. Lledó enseña apreciar el bien, eligiendo esa senda a veces difícil, como decía Pródico sobre Heracles en la encrucijada, para comprometerse con la verdad.
La sociedad, la educación, la política, el «logos», la memoria y la música, pero también alguna pincelada autobiográfica –Alemania, que tanto le marcó– jalonan el camino con lecciones que no se remontan solo a Platón y Epicuro, sino que tratan también a Machado, Giner o Zambrano, para denunciar algunas «dolencias educativas» endémicas en nuestro derredor.
Se ve, por ejemplo, el profundo sentido de la «mousiké» –o arte de las Musas– con las hermosas notas sobre la creación artística a propósito de un cuarteto de Bartók o los inolvidables recuerdos de su amistad con Luigi Nono en el Wissenschaftskolleg de Berlín. El recorrido sigue con la cultura contemporánea y la caída del muro, la guerra y la opresión a los débiles, la UE, los EEUU y las elecciones: nada humano le es ajeno. En suma, un libro rico en matices que no dejara indiferente a nadie: como después de un viaje o maestro que merezca la pena.