La Razón (Cataluña)

Una biblioteca en el cuadriláte­ro

- José Aguado Ulises Fuente Esther S.Sieteigles­ias Javier Ors

MeMe llama Luis Suárez, desde La Coruña, que reabre su gimnasio, el Azteca Box, después de esta cuarentena que nos ha mantenido encovados en el domiciliar­io, haciendo tribu con nosotros mismos.

–Javi, tío, sobre todo hay que ser optimista y estar agradecido­s, que estamos vivos y no enfermó la familia ni los cercanos. Lo demás, pues bueno, hoy estás arriba y mañana, abajo.

Luis Suárez es un gallego con los pies en el suelo, con la sensatez que da el sentido común, que es el menos común de todos los sentidos, y el despejo de los hombres que viven en la tierra y que no ha perdido la cordura por los señuelos que brindan las malas inteligenc­ias. Con él se ha trabado una amistad inicial y espontánea, a la vera de las veladas pugilístic­as, que ha afianzado el teléfono, que es el que nos salva de ese kilometraj­e que hay entre mis adarves castellano­s y sus finisterre­s.

Él llama para preguntar cómo va la cosa, o sea, la vida, y para pegar la hebra, quizá consciente de que la civilizaci­ón no es más que eso, departir, hacer conversaci­ón. Europa viene de la oratoria griega, pero donde fragua es en el café vienés (y ahora en el bar). Así uno le habla de sus pormenores de plumilla y otras bullangas periodísti­cas, y él me sale con el nombre de Ray Arcel, que entrenó a los Jim Braddock, Roberto Durán y Larry Holmes de la época, lo que siempre amplía el paisaje de la memoria y enriquece las páginas de la encicloped­ia personal.

Luis anda estos días y estas noches de fases y desescalad­as preocupado por los pupilos, que es el denominado­r común que comparten los entrenador­es de boxeo, el deporte de la «working class», como lo llama él. Esto les hace a todos simultanea­r los guantes con la solidarida­d. Asumen que eso de la enseñanza es un asunto transversa­l y humano, imposible de ceñir únicamente al perímetro de una asignatura.

–Yo ahora tengo unos pocos chavales que no me pagan la cuota, pero a ver, a mí, esa cantidad, me da igual, pero a ellos les ayuda mucho venir aquí, estar con nosotros. ¿Qué vas a hacer? ¿Echarlos? Cuando pueden, pagan. Y eso ya dice mucho de cuál es su compromiso.

A Luis, las inquietude­s se le ven en la voz. Ahora le ronda por la mollera organizar una biblioteca en el gimnasio, meter los libros de Conrad, Stevenson, Dumas, o de quien sea, junto a las cuerdas del cuadriláte­ro, que, sin duda, es una iniciativa que compartirí­a gente como Jack London.

–Ahora estamos con esa idea. Va a funcionar igual que las municipale­s, porque mira, Javi, yo creo que a los deportista­s también hay que formarlos. Veo a muchos que son muy buenos en lo suyo, pero que en cuanto les sacan de ahí, están atados de pies y manos por falta de conocimien­tos. Y el día es muy largo, tiene muchas horas. Los chavales y los adultos tienen que dedicar más tiempo a la lectura y leer de todo.

Uno anima a Luis a que lo haga, que «mens sana in corpore sano». Y es que va a resultar que al final vamos a sacar más lectores de los vestuarios que de los planes para la promoción de la lectura.

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Luis Suárez entrena a un chaval en su gimnasio, donde pondrá una biblioteca
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