Una sonrisa para la eternidad
Quienes saben o creen entender de las artes interpretativas, especialmente, claro, los actores, aseguran que provocar una carcajada, no digamos ya una sucesión de ellas, es probablemente lo más complicado de la profesión. Si es así, y parece que lo es, Rosa María Sardá nació con ese talento que puso en práctica a lo largo de una carrera brillante y reconocida. La actriz nos dejó ayer a los 78 años víctima de un cáncer que padecía desde hacía tiempo, pero el legado de esos papeles con los que ha hecho y hará felices a cientos de miles de personas es ya inmortal.