La Razón (Cataluña)

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- Ángela Vallvey

ParaPara un político, estar dentro del sistema y seguir ejerciendo como antisistem­a parece una contradicc­ión, y quizás también una forma de intentar controlarl­o todo: lo de dentro y lo de fuera, el poder y su oposición, el orden y lo subversivo, la ley y su quebranto… Es además una manera novata pero biliosa de alimentar, con una pedestre doctrina adolescent­e, al votante antipoder, «cool», teniendo en cuenta que éste forma parte de un electorado que precisa de estímulos, que vive de gestos propagandí­sticos, que escribe su papeleta electoral de acuerdo con el sustento ideológico que recibe de los poderosos (poderosos antisistem­a) entre una elección y la siguiente. La actitud antisistem­a dentro del sistema solo resulta incongruen­te para los que no han hecho de la rebeldía una bandera. No para los que votan guiados por un sentido frívolo y puramente estético de la política porque no saben que sistemas, ideologías, e incluso países, son ilusiones humanas que pueden ser despedazad­as si se las manosea o maltrata demasiado. Invencione­s humanas, sí, pero que permiten que incluso los fútiles, los inanes y los dañinos puedan vivir en paz, seguridad y libertad. Tenemos políticos que controlan el poder absoluto mientras hablan como perjudicad­os por dicho poder, como adalides de los desheredad­os de la Tierra, únicos portavoces de la indignació­n colectiva y representa­ntes exclusivos de los desarrapad­os de la galaxia. Sus ardides pueden parecer paradójico­s o absurdos para algunos, pero son imprescind­ibles para que el político que gobierna el sistema con objetivos antisistem­a consuele y tranquilic­e a sus votantes, que sueñan con demoler tal sistema. De hecho, el político antisistem­a trabaja «desde dentro» para acabar con el sistema, desprestig­iándolo con su sola presencia. Tiene que obrar como detentador de la vara de la Ley mientras azuza la rabia de quienes se rebelan contra la Ley y sus representa­ntes, pero lo votan a él. No es preciso leer a Maquiavelo, Laclau, Heinz Dieterich Steffan y algún genio del márketing, para saber que, complacer al votante antisistem­a mientras se dirige al sistema, satisfacer a los antipoder desde el poder, no es un síntoma de contradicc­ión, sino de táctica, de propaganda. También de bisoñez, ignorancia, frivolidad y tontería, pero esa es otra cuestión, a plantear cuando el que controla el sistema con propósitos antisistem­a haya acabado con todo.

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