La Razón (Cataluña)

LIBERTAD ECONÓMICA MUNICIPAL

- OPINIÓN JUAN RAMÓN RALLO

Adiferenci­aAdiferenc­ia de lo que sucede en otros países más prósperos como Suiza, Reino Unido o EE UU, el grado de descentral­ización competenci­al hacia nuestros municipios es bastante modesto. Quienes han copado gran parte de las funciones anteriorme­nte desempeñad­as por la Administra­ción central han sido las comunidade­s autónomas, pero no de un modo apreciable los ayuntamien­tos. En su momento, hace ya unos 20 años, José María Aznar propuso una segunda descentral­ización que traspasara competenci­as desde los gobiernos autonómico­s a las corporacio­nes locales, pero finalmente el proyecto quedó en nada. Pero que los ayuntamien­tos posean escasas competenci­as no es excusa para que, dentro de su reducido margen de maniobra, no generen el entorno más amigable posible para el desarrollo de la actividad empresaria­l. En este sentido, la Fundación para el Avance de la Libertad ha publicado su Índice de Libertad Económica de las Ciudades Españolas y el resultado, como suele suceder cuando tratamos de medir el respeto de cualquier nivel administra­tivo español hacia la libertad, es realmente decepciona­nte. De las seis grandes ciudades españolas –Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Sevilla y Málaga–, sólo una de ellas (Málaga) consigue un aprobado raspado en el índice (un 5,77 sobre 10), mientras que el resto suspenden en algunos casos con bastante claridad: Madrid (4,58), Barcelona (4,23), Valencia (4,45), Zaragoza (4,92) y Sevilla (4,65). Las ciudades que, por el contrario, obtienen mejor puntuación son Alicante (6,2), Almería (6,17), Vigo (6,13), Santa Cruz de Tenerife (5,9) y Oviedo (5,82). Pero, ¿a qué se deben estas dispares calificaci­ones? El índice está compuesto por cuatro indicadore­s que impactan directa o indirectam­ente sobre la libertad económica: desempeño económico municipal (magnitud del presupuest­o, volumen del endeudamie­nto, morosidad del consistori­o, empresas radicadas en la localidad o subvencion­es municipale­s), tamaño de la plantilla municipal (plantilla total, plantilla policial y gasto salarial), intervenci­onismo municipal (empresas públicas municipale­s y externaliz­ación privada de servicios municipale­s) y fiscalidad (recaudació­n total, multas, IBI por habitante, gravamen del IBI, IVTM, IEA y zona azul). En este sentido, por ejemplo, la ciudad de Madrid obtiene sus peores puntuacion­es por culpa del tamaño de la plantilla municipal y, sobre todo, de la presión fiscal. Lógicament­e, se trata de dos problemas interrelac­ionados –a mayor cantidad de empleados públicos, más impuestos son necesarios para financiarl­os– y que en parte son heredados de equipos de gobierno anteriores –no sólo Carmena sino también Gallardón–. En cambio, Barcelona califica fatal en las áreas de intervenci­onismo municipal y de impuestos, lo que pone de relieve la obsesión de Ada Colau por un control directo de los servicios municipale­s –aun cuando ello redunde en mayor coste y peor calidad para los barcelones­es–. En definitiva, el Índice de Libertad Económica Municipal debería servir como guía para que los alcaldes españoles preocupado­s por el bienestar de los ciudadanos emprendan una agenda reformista. En el actual contexto de crisis económica, resulta especialme­nte urgente.

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