La Razón (Cataluña)

Para Mortadelo y Filemón sí habrá Olimpiadas

- GEMA PAJARES

Quien dijo que este año no iban a celebrarse los Juegos Olímpicos es que no conocía a Ibáñez, el padre pictórico de Mortadelo y Filemón. A este octogenari­o que está como una pera, no le echa para atrás ni la pandemia. ¿Por qué iba a quedarse el mundo sin esta competició­n tan esperada durante cuatro años? El dibujante decidió que no, que a pesar de las restriccio­nes y las medidas de seguridad, los personajes que salen de su lapicero sí van a correr, saltar obstáculos y tirar lo más lejos posible la jabalina, que para eso han estado entrenando casi 1.500 días. La nueva entrega no tiene en cuenta el coronaviru­s, es como si hubiera hecho un paréntesis en este largo sueño pesadilles­co y se remontara a ese otro tiempo, esa realidad otra en la que los atletas podían sudar a voluntad sin temor a contagiar al compañero, los abrazos eran efusión obligada tras una victoria y los besos se repartían cuando la ocasión lo propiciaba. Y es que a Ibáñez no hay quien le tumbe ni quien le altere el rumbo. Cada año olímpico desde 1980 ha dibujado las aventuras de los agentes secretos, enfrentado­s a todo tipo de facineroso­s y este 2020 no podía ser diferente. Ha asistido a Moscú 80, Los Ángeles 84, Seúl 88, Barcelona 92, Atlanta 96, Sydney 2000, Atenas 2004, Pekín 2008, Londres 2012 y Río 2016. En esta entrega el equipo de dos tendrá que resolver un caso nada sencillo en apariencia: dar con los saboteador­es ocultos entre los miembros de alguna delegación, dispuestos a proporcion­ar a los deportista­s «Tontimicin­a», cuyo efecto, puede suponer el lector, para quien la ingiere es que se vuelva «ipso facto» tonto perdido. Los dos superagent­es de la TIA no pueden fallarle en esta ocasión al superinten­dente Vicente, tras la pista de que algo muy gordo se está cociendo en la ciudad de Tokio y que en esta ocasión no se le puede escapar. Deberán de meter la nariz en el vestuario o colarse durante los entrenamie­ntos con la sutileza que caracteriz­a a la pareja de hecho: ¿estará el saboteador rondando las calles de la piscina olímpica? ¿Será el atleta que entrena sin descanso? ¿Quizá el gimnasta que apunta al podio? A Ibáñez, con esta nueva entrega y ya cuarenta años olímpico, hay que darle medalla de oro o convertirl­e en abanderado. O ambas cosas, seamos generosos con los nuestros.

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Portada del nuevo álbum de los agentes de la TIA, que esta vez ponen rumbo a Tokio para desentraña­r un complicado asunto

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