La Razón (Cataluña)

Judicializ­ación

- José María Marco

EnEn el ambiente de exasperaci­ón que el Gobierno y las fuerzas políticas que lo sostienen han contribuid­o a crear, es lógico que surjan procedimie­ntos judiciales en mayor abundancia de lo que es habitual en nuestra sociedad. El Gobierno ha hecho todo lo posible por romper la confianza en la que se basa el pacto democrátic­o y en vez de tender la mano a la oposición antes de que se desencaden­ara la epidemia, la ha utilizado en contra de esta. La manipulaci­ón sistemátic­a de las institucio­nes y de cualquier tribuna, hasta la más respetable, para atacar al adversario político y desacredit­ar todo aquello que no responda al propio programa ideológico llevan a los tribunales a los ciudadanos, en primer lugar, pero también a los partidos políticos. En este último caso con tácticas diversas: acudir a los tribunales o identifica­rse con la corriente de opinión que ve en los juicios la última y definitiva manera de dirimir lo ocurrido y las responsabi­lidades consiguien­tes.

Es un error. Los tribunales no existen para dirimir responsabi­lidades ni para esclarecer la verdad. Están para establecer si alguien ha transgredi­do la ley y si es así, fijar las penas que le correspond­en. En unos hechos como los ocurridos en estos meses, en particular antes de que se declarara el estado de alarma y en las semanas siguientes, una parte muy considerab­le de lo ocurrido, probableme­nte la más grave, no cae dentro de estas considerac­iones. Se trata de responsabi­lidades políticas que deberán ser aclaradas como tales ante una opinión pública a la que habrá que convencer con argumentos ajenos a lo estrictame­nte jurídico.

De hecho, el recurso de los partidos a los tribunales refleja un fracaso: el de un partido para ejercer su función, que es propiament­e política. También suele llevar a otra clase de fracaso, como es que la sentencia desfavorab­le a quien promueve el procedimie­nto le conceda una victoria política al adversario. Es lo que ocurrió en el juicio del proceso en el Tribunal Supremo y lo que ha sucedido con el del 8-M. Se comprende la rabia que lleva a actuar ante la justicia a las víctimas del covid-19, a sus familiares o a los profesiona­les que se han enfrentado a él en condicione­s precarias. Ahora bien, eso mismo debería inducir a los partidos políticos, que tienen un campo de actuación propia, a representa­r a esa opinión pública de otra manera.

Los tribunales no existen para dirimir responsabi­lidades ni para esclarecer la verdad. Están para establecer si alguien ha transgredi­do la ley y si es así, fijar las penas que le correspond­en»

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