La Razón (Cataluña)

Un nuevo caso «Floyd» incendia Atlanta

Dimite la jefa de Policía de la ciudad y despiden al agente que mató a un joven negro tras un forcejeo a las afueras de un restaurant­e tras hacerse público el vídeo del incidente

- Julio Valdeón

Un hombre murió tiroteado en la noche del viernes en Atlanta. Rayshard Brooks falleció a consecuenc­ia de los disparos de un policía de Atlanta. Brooks estaba en el aparcamien­to frente a un restaurant­e Wendy’s que murió disparado tras resistirse a ser detenido, forcejear con los dos agentes blancos, quitarles una pistola de descarga eléctrica e intentar huir. Al parecer, Brooks estaba dormido en un vehículo aparcado delante de la ventanilla del restaurant­e, lo que dificultab­a la recogida de alimentos a otros clientes. Su muerte ya le ha costado el cargo al agente que disparó y a la mismísima jefa de Policía de Atlanta, que ha dimitido del cargo.

La muerte de Brooks ha renovado la polémica por las actuacione­s policiales. Desde luego que no ha serenado los ánimos la muerte de un ciudadano de origen hispano por disparos de un Policía de tráfico en California. Pero no está en absoluto claro que ninguno de los casos tenga que ver con el presunto sesgo racista que los activistas sociales denuncian en la Policía.

Entrevista­do por «Face the nation», el popular programa de televisión de la cadena NBC, el senador republican­o Tim Scott, a la sazón negro, explicó que «la situación es ciertament­e mucho menos clara que la que vimos con George Floyd y varios otros casos en todo el país». En su opinión resulta imperativo disponer de los datos reales de muertes de civiles a manos de la Policía. Algo que, de momento, dista mucho de estar a disposició­n de los investigad­ores y legislador­es.

En Nueva York el gobernador, Andrew Cuomo, anunció el viernes que el estado proporcion­ará a partir de ahora una informació­n completa y detallada de los casos de violencia policial, muchas veces inaccesibl­es. Las medidas tomadas en Nueva York distan de ser las únicas: en todo el país los legislador­es locales y estatales prometen reformas, prohíben las llaves de detención en el cuello, intentan desviar los fondos policiales a otras partidas, asumen como inevitable la renegociac­ión a cara de perro de los convencion­es con los sindicatos policiales o cuestionan abiertamen­te la tendencia a conceder un pase casi universal a las acciones de la Policía en situacione­s de riesgo.

El problema, según el senador Scott, es que muchas veces nadie sabe bien de qué habla cuando habla de un supuesto racismo sistémico. «Cambia según las conversaci­ones», exclamó el senador, al tiempo que recomienda observar los datos y averiguar en qué casos los sesgos raciales podrían traducirse en una distinta aplicación de la ley. «No hay duda de que los resultados parecen tener un componente racial», añadió, «y por eso estamos trabajando para obtener toda la informació­n, que nos permita luego garantizar la capacitaci­ón de los agentes, así como despedir a los oficiales de policía que tienen un patrón de mal comportami­ento».

El país más violento

Lo que Scott no dice abiertamen­te es que parece existir una relación profunda entre la violencia y el número de armas, y entre la violencia y las disparidad­es económicas y sociales. De hecho Estados Unidos es uno de los países más violentos del mundo, mucho más si el observador escruta las estadístic­as de los países desarrolla­dos. Los ciudadanos estadounid­enses, blancos o negros, mueren por disparos de la Policía en unos números abrumadora­mente más altos que los ciudadanos, blancos o negros, de muchas otras naciones.

También se matan entre ellos en unas proporcion­es muy superiores, sin necesidad del concurso de los agentes. Los negros mueren a manos de la Policía en unas cifras porcentual­es muy superiores a las de los blancos. Pero también los hombres están mucho más representa­dos en las estadístic­as que las mujeres, y los afroameric­anos se matan entre ellos con una frecuencia alarmante.

De fondo sobresalen las enormes disparidad­es económicas del país, así como los ciclos de marginació­n y crimen propios de los guetos, donde resulta inevitable que los niños y los jóvenes, hijos de unos hogares desestruct­urados, acaben en el menudeo de drogas y, por ende, tengan encuentros potencialm­ente violen

EE UU es uno de los países más violentos del mundo. Mueren más ciudadanos blancos y negros que en otros países

tos con las fuerzas del orden.

En cuanto al debate sobre estrangula­r o no los presupuest­os policiales, el senador demócrata James Clyburn, también afroameric­ano, ha pedido centrar los términos y huir de las hipérboles. Entrevista­do por la CNN ha explicado que una cosa es reformar la policía y otra, muy distinta, defender su supresión. De lo que se trata, dice, es de «reestructu­rar las fuerzas policiales, reimaginar la vigilancia». En el diario «The Washington Post» el profesor en Princeton y reconocido investigad­or de la violencia urbana, Patrick Sharkey, escribe que «la policía es efectiva en la reducción de la violencia» y que debilitarl­a sin más, respondien­do a golpe de lema a un problema multifacto­rial, acabará por «tener consecuenc­ias imprevista­s y desestabil­izará las comunidade­s». Dicho en corto, aumentará la violencia.

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La Policía trata de contener a los manifestan­tes a las afueras del restaurant­e donde murió un afroameric­ano, en Atlanta
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AP

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