La Razón (Cataluña)

EL PRESIDENTE, LA CONSTITUCI­ON Y EL EJÉRCITO

- ÁNGEL TAFALLA Almirante (r)

CuandoCuan­do un militar con máximas responsabi­lidades tiene que elegir entre seguir las órdenes de su jefe político o bien defender la esencia constituci­onal de la Nación que ha jurado proteger, estará sin duda sufriendo enormement­e. Por este calvario debe estar transitand­o el General Milley –el JEMAD americano- que el lunes 1 de junio se dejó fotografia­r, como decoración de fondo, en una lamentable sesión propagandi­sta del presidente Trump en Lafayette Square, enfrente de la Casa Blanca.

Pero el núcleo de la polémica no es esta foto sino más bien si las protestas por el asesinato de George Floyd por parte de unos policías de Minnesota son una expresión legítima de la sociedad americana contra la discrimina­ción racial amparada por la ley o bien constituye­n unos graves motines que deben ser reprimidos a cualquier precio; incluso empleando tropas regulares contra ciudadanos norteameri­canos.

Para cualquier observador imparcial el nivel de las protestas no ha alcanzado -ni de lejosel nivel en que la policía y la

Ni legal, ni moralmente tiene derecho el presidente Trump para utilizar tropas en activo contra ciudadanos norteameri­canos»

Guardia Nacional (unos reservista­s locales en tiempo compartido con su trabajo civil) no puedan controlar. Pero el Sr. Trump no es exactament­e un observador imparcial sino más bien una persona que busca desesperad­amente ser reelegido el próximo noviembre como confirmaci­ón de que siempre ha tenido razón. Así que Trump ordenó, o permitió, que se despejara por la fuerza a unos manifestan­tes pacíficos para montar a continuaci­ón una chusca sesión fotográfic­a. Con Milley en uniforme de campaña detrás.

Esta manipulaci­ón fue la gota que colmó el vaso del General Milley, que ve acercarse la posibilida­d de que tropas equipadas y adiestrada­s para combatir enemigos exteriores se enfrenten a sus propios ciudadanos, es decir a aquellos que nutren sus filas y pagan con sus impuestos los ejércitos. El daño que esto puede hacer a unas Fuerzas Armadas que aún recuerdan con horror la impopulari­dad –que he presenciad­o personalme­nte allí– de los tiempos de la guerra de Vietnam, es enorme. Ni legal, ni moramente tiene derecho el presidente Trump para utilizar tropas en activo contra ciudadanos norteameri­canos. Y mucho menos con el nivel actual de las protestas. Muy claro lo debe ver el General Milley cuando ha salido en público pidiendo disculpas por haberse prestado a servir de comparsa en la operación fotográfic­a de Trump.

Pero el fondo del asunto –repitono es la foto sino poder emplear o no los ejércitos como instrument­o político sectario. Además este desencuent­ro se une a una larga serie de polémicas sobre conservar nombres y símbolos confederad­os, es decir de aquellos que se levantaron contra la unión de la Nación y con numerosas interferen­cias de Trump en la justicia militar y en la conducción de las operacione­s en el exterior. Desde octubre el general Milley trata de conservar un equilibrio entre seguir las órdenes de Trump y no dañar al Ejército. Pero está llegando al límite pues estas escusas de Milley las interpreta­ra el presidente como insubordin­ación por más que su destitució­n pueda quedar aplazada por su impacto negativo en las elecciones. En Mark Milley ha tenido que influir mucho la opinión de sus antecesore­s, entre ellos la del general retirado Mattis –de enorme prestigio- y el almirante Mike Mullen, del que soy amigo personal. Tras haber sido su secretario de Defensa, Mattis ha dicho que Trump busca la división de los norteameri­canos. Mullen algo parecido. Otros varios los han seguido, así que Milley ha encontrado fuerzas para quitarse la careta de la obediencia debida. Debida pero no a cualquier precio. La Constituci­ón esta antes que el presidente. En los EE UU y en España.

El general Milley ha salido en público pidiendo disculpas por haberse prestado a servir de comparsa en la operación fotográfic­a de Trump»

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