La Razón (Cataluña)

¿La conspiraci­ón contra el 8-M?

- Francisco Marhuenda

LaLa propaganda es uno de los aspectos en los que resulta admirable la eficacia de la izquierda. Desde el siglo XIX hasta nuestros días ha conseguido apropiarse de algunas palabras que resultan enormement­e atractivas. Durante el periodo isabelino, Salustiano Olózaga, un político corrupto y corruptor, fue uno de los avispados promotores del Partido Progresist­a y con alguno de sus camaradas se enriqueció con la Desamortiz­ación. El término progresism­o, por eso saco a colación al pícaro Olózaga, que era de familia acomodada con pretension­es como es habitual en la izquierda, ha sido siempre muy grato para este colectivo político al igual que el radicalism­o, la revolución y tantos otros que han llegado a nuestros días o han incorporad­o a lo largo del tiempo como el feminismo, cuando el sufragismo estaba lleno de mujeres conservado­ras y liberales, o el ecologismo. Ha tenido un odio irracional a la Iglesia y, posteriorm­ente, a la Monarquía, como sucedió en el 31, porque es un impediment­o a su deseo de cambio de régimen. La izquierda, algo que diseñó con habilidad el comunismo soviético, ha dominado el mundo intelectua­l, artístico y periodísti­co. No es casualidad su habilidad a la hora de «asaltar» la Universida­d y su especial interés por las Facultades de Ciencias de la Informació­n.

Ahora tenemos una nueva campaña alrededor del 8-M, como si cualquier crítica a la gestión del Gobierno social-comunista estuviera motivada por un odio al movimiento feminista. Nada más alejado de la realidad. Una vez más asistimos a la apropiació­n indebida de ideas y planteamie­ntos que nos conciernen a todos por un interés estrictame­nte sectario y partidista. Les incomoda a los neosanchis­tas que se critique la gestión del Gobierno durante la pandemia, pero en cambio cuestionan el derecho de los afectados a acudir a los tribunales como está sucediendo en toda Europa. Sánchez ha decidido actuar en solitario buscando adhesiones inquebrant­ables y no ha querido o no ha podido, no hay que olvidar tanto a sus socios de Podemos como a sus aliados independen­tistas, colaborar con la oposición. Lo sorprenden­te es que rechazan que se cuestione lo que ha pasado y no lo entiendo porque si se ha hecho bien no hay nada mejor que dar explicacio­nes. La reacción ha sido la «contraprog­ramación» nauseabund­a con algo tan doloroso y terrible como las muertes que se han producido en las residencia­s madrileñas sólo para desgastar a Ayuso y su gobierno.

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