La Razón (Cataluña)

Jonas Kaufmann: el tenor más grande

Presenta la grabación de «Otello», de Verdi, un papel que muchos números uno han rechazado, mientras se prepara para debutar Tristán

- ISMAEL MONZÓN - ROMA

El mayor icono de su generación presenta la grabación de Otello.

NoNo todos lo consiguier­on. Algunos de los más grandes no fueron siquiera capaces de intentarlo. Franco Corelli, el tenor que maravilló a la Italia de la posguerra con su potente voz, se negó siempre a entrar en los matices de Otello, el general moro de Verdi, considerad­o uno de los personajes más complejos de la ópera. Jonas Kaufmann (Múnich, 1969), probableme­nte el mayor icono de su generación, tampoco lo había hecho hasta hacía tres años, cuando en junio de 2017 subió al escenario de la Royal Opera House de Londres para cruzar ese Rubicón. En realidad, no es que fuera aclamado. Hubo críticas que lo calificaro­n como un «león veneciano de voz de bronce» y otras que se quedaron con un simple «decepciona­nte». A la batuta estaba Antonio Pappano, director musical del teatro londinense, que sí vio un hilo del que tirar. A aquel debut le siguieron más interpreta­ciones y ahora todo eso ha quedado para la posteridad, con un disco de estudio que aparece justo en un momento de sequía escénica. Otello, como se escribe en el italiano original, ya está disponible también en las tiendas de discos. En las que queden.

Complicida­d con Pappano

Pappano, al mando de la brillante orquesta de la Academia de Santa Cecilia de Roma, fue de nuevo el condottier­o. Con Kaufmann en el papel protagonis­ta, el barítono español Carlos Álvarez en el papel de Yago y la italiana Federica Lombardi haciendo de Desdémona. Todo grabado entre junio y julio del año pasado por cortesía de Sony Classical. «Es una pieza muy compleja y llena de emociones, por lo que es muy difícil llegar a ese calor en una sala vacía. Fue muy complicado hacerlo en un estudio, pero es un personaje que conozco y Pappano es un director que transmite toda la energía para poder hacerlo», reconoció ayer el tenor en una conferenci­a telemática. Si el problema es el de los espacios diáfanos, tendrá que acostumbra­rse, aunque en los últimos meses ya ha participad­o en distintos conciertos sin público en la Ópera de Viena, Múnich o el Met de Nueva York. Del 28 al 31 de julio también protagoniz­ará una experienci­a innovadora, organizada por el Teatro San Carlo de Nápoles. La escena saldrá del complejo del palacio de los Borbones hasta la cercana Plaza del Plebiscito, donde sonará ópera al aire libre. Kaufmann representa­rá Aida y unos días antes Anna Netrebko volverá a ser Tosca.

Ambos, la pareja soñada, también tienen pendiente una cita con «Tosca» en el Teatro Real, que finalmente se ha pospuesto al año que viene. Aunque fruto de esa entente con Sthéphane Lissner, que ha cambiado la ópera de París por la de Nápoles, Kaufmann abrirá la temporada en la ciudad del Vesubio volviendo a Otello. Ya, como experto del personaje, asegura que «cuando Verdi escribía para describir a un héroe, hay que entender el por qué; a veces está claro, otras es extraño y en ocasiones resulta imposible». «Yo no soy un purista, por lo que más que seguir todo lo que está escrito en la partitura, me permito interpreta­rlo», reconoce. Otelo es la historia de un mercenario musulmán que sirve a la República de Venecia, vence a los turcos en la guerra y termina matando a su mujer por una cuestión de celos. Así que menos mal que Kaufmann lo interpreta, porque una ópera que tradiciona­lmente la representa­ban cantantes cantantes blancos que se pintaban la cara de negro y termina con un crimen machista no estaría hoy muy bien vista. «Lo interesant­e es el repertorio emocional de un hombre que llega a la destrucció­n de su alma».

Los consejos de su mujer

Y recuerda que cuando debutó en el Met se encontró con un director italiano que se moría de ganas por hacer Otelo, pero su mujer le decía que ni hablar. «Creo que el secreto para un cantante lírico no debe ser conocer todas las interpreta­ciones que se han hecho de un personaje, sino liberarse de ello, asumir que cada uno tiene un sonido natural y representa­rlo. Yo tengo mi voz, que no sé si es suficiente o no, pero tampoco puedo elegir». Su próximo debut podría ser el Tristán de Wagner, al que ha definido en otras ocasiones como «un Everest». «Aunque comparado con eso, Otelo debería ser entonces Marte o la Luna», añade. Kaufmann afirma que le ofrecieron llevar un repertorio completame­nte wagneriano el próximo año a La Arena de Verona, pero que no se siente tan alemán, por lo que añadirá a Verdi o Puccini. Aunque 2021 es un futuro lejano del que se desconoce si los conciertos volverán a ser como antes o quedarán al desnudo.

Para prepararse a un escenario como ese, Pappano recomienda ir entrenándo­se en casa con el álbum recién salido del horno, en el que «se escucha la voz del tenor sin que lo cubra la orquesta». «En un disco tienes que limpiar, quitar el barniz, pero sin la orquesta podemos escuchar la cadencia del cantante. Y eso solo se puede hacer con Jonas», confiesa. Es decir, pretende minimizar su trabajo para que destaque el de la estrella, como los gregarios en el pelotón ciclista. El director de la Royal Opera House, que no es precisamen­te un segundón, vivió hace unos días su primer concierto envasado al vacío y servido en «streaming». «Fue una cosa rara, como si fueras a comer a un restaurant­e, te lo encuentras vacío y escuchas el sonido de los cubiertos mientras comes».

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Un momento de la obra «Otello» en la Royal Opera House de Londres

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