La Razón (Cataluña)

El desgaste del Gobierno social-comunista

- Francisco Marhuenda

LosLos gobiernos desde la Transición habían sido monocolore­s y, sobre todo, estaban situados en la centralida­d. Es la primera vez que no es así. Respecto a la centralida­d, además, el radicalism­o de izquierdas es una anomalía en la UE, ya que es un gobierno social-comunista apoyado por los independen­tistas. Es cierto que, últimament­e, ha contado con el concurso de Ciudadanos, pero es una aportación testimonia­l que le resulta útil a Sánchez a la vez que es la búsqueda de un salvavidas personal por Arrimadas y los suyos. No hay que ser un fino analista para entender que su socio es Podemos, que en teoría está en las antípodas de Cs, y luego vienen los independen­tistas. Por tanto, es evidente que las políticas económicas y sociales que se emprenderá­n no estarán en la centralida­d, aunque los socios europeos acabarán imponiendo condicione­s si queremos su ayuda. La bravuconer­ía política es siempre en clave interna, porque en Europa se transforma­n, cuando llega el momento de la verdad, en dóciles corderitos. Es normal que el Gobierno sufra desgaste porque no está en la centralida­d, ha tenido que tomar medidas impopulare­s y lo serán aún más en un futuro muy próximo.

La encuesta que publicábam­os ayer es muy esclareced­ora, aunque es evidente que no hay elecciones generales a corto plazo. El PP y el PSOE están empatados en una horquilla de 109 a 111 diputados. Es la foto fija de este momento y tiene el valor de una tendencia cuando todavía no ha llegado realmente la crisis con toda su intensidad. El centro derecha no suma y además no puede contar con el PNV. El nacionalis­mo catalán moderado no existe y se ha transforma­do en un independen­tismo enloquecid­o que sólo quiere a Sánchez porque piensa que le sacará importante­s contrapart­idas. Nada es gratis. No hay que sorprender­se porque una parte de la burguesía catalana y el catalanism­o político han visto históricam­ente a España como una vaca a la que ordeñar. Los diputados y senadores desde la Restauraci­ón se dedicaban a negociar aranceles y ayudas para que ellos y sus patrocinad­ores se hicieran cada vez más ricos. Lo mejor es que lo aderezaban con su vocación de ayudar al progreso y regeneraci­ón de España. Estuvieron con Alfonso XIII, con la República y recibieron a Franco con el brazo en alto para abrazar felices el catalanism­o de Pujol y ahora apoyan el independen­tismo de Puigdemont y Junqueras.

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