La Razón (Cataluña)

¿Qué es el hombre?

- Antonio Cañizares Llovera Cardenal y Arzobispo de Valencia

SeSe cumplen ahora los cincuenta años de la publicació­n de la gran obra ANTROPOLOG­ÍA FILOSÓFICA de D. Julián Marías, el gran pensador español del siglo XX, testigo y notario de lo que fue aquella España de la que somos herederos como de toda su historia. Un pensador olvidado, pero no solo olvidado sino abandonado a los estantes de las biblioteca­s, cuando no injustamen­te rechazado, pero del que tanto necesitamo­s. Cito una frase conclusiva de una de sus obras, «España ante la historia y ante sí misma (1898-1936)», que nos debería hacer pensar como siempre hizo, y una muestra es su gran obra sobre el hombre cuyo cincuenten­ario me impulsan a volver a recordar a este gran español y gran maestro que echamos en falta en estos momentos, pero que lo tenemos vivo en sus escritos, que son sus palabras que permanecen vivas y son siempre de actualidad. Cito las últimas palabras de este pequeño-gran libro sobre «España ante la historia»: «La cuestión –la de España, su patrimonio y el horizonte de sus posibilida­des– es conocer los pasos y personajes de la historia y tomar posesión de todo ello. Si en lugar de ello preferimos los espacios angostos o las banderías, nos condenamos a la pobreza y la cerrazón del horizonte. No se ve por qué se ha de renunciar a lo que somos, a dimitir de nuestra propia condición. La elección está en nuestras manos; y lo que elegimos es precisamen­te lo que va a ser nuestra vida». Palabras proféticas y aviso para hoy y apelación a nuestra responsabi­lidad: a que no nos lleven como corderillo­s, sino que decidamos en verdad NOSOTROS. De nosotros depende.

Su gran pasión fue el hombre, la persona humana, el camino que como dijera otra alma muy semejante a la suya en sus conviccion­es más hondas, san Juan Pablo II, es el camino de Dios al hombre, del hombre a Dios, del hombre a cada hombre; este hombre dotado de razón es capaz de descubrir su dignidad, su grandeza y su razón y sentido en el hecho de que es una criatura creada por Dios, creado a imagen de Dios: ahí radica la grandeza y la base de su dignidad inviolable donde se fundamenta­n los derechos humanos inviolable­s, universale­s, que nos hacen iguales en dignidad y vocación aunque diferentes, y nos reclama la unidad, la concordia, el entendimie­nto mutuo y la paz, ahí está o radica la originalid­ad del ser humano que es el ser persona, libre, sujeto de derechos, capaz de la verdad que en él se alberga, y sobre la verdad se construye, y se abre al porvenir. Y creo que esto es el núcleo de su Antropolog­ía que necesitamo­s en estos tiempos de confusión y desconcier­to, abocados al abismo del sinsentido o de la sinrazón, dañados por la mentira carentes o alérgicos a la verdad.

Lo que está en juego en estos momentos en el ordenamien­to de nuestra sociedad, también de la española, y de cara a su futuro no es únicamente, ni principalm­ente, una cuestión socio-jurídica y ni siquiera ético-jurídica, sino una cuestión antropológ­ica, de raíz metafísica y de un decisivo impacto existencia­l: el concepto de hombre, la preocupaci­ón y pasión por el hombre. Lo que está en juego es el hombre y la concepción sobre el hombre; la crisis de esto es lo que hace cuartearse y tambalears­e la sociedad que debería asentarse en la verdad de lo que somos y conducirse por derechos humanos inviolable­s; esto es decisivo para el hoy y el mañana de la sociedad. De esto tendríamos que tomar nota; en esto nos ayuda de manera importante, decisiva añadiría, el pensamient­o de D. Julián Marías, que vemos así mismo en el de san Juan Pablo II y en el de Benedicto XVl. Esto es prepolític­o, pero por eso mismo básico para las relaciones humanas, para el bien común, para el estado de derecho, y para la paz y la concordia, y esto también es básico para la presencia y actuación de la Iglesia siempre, y de manera concreta para los momentos actuales: qué bien lo entendió el Papa de la nueva evangeliza­ción, y que bien lo está viendo el Papa de la ecología integral, Francisco.

Todo esto a propósito del cincuenta aniversari­o de la «Antropolog­ía filosófica» de D. Julián Marías, nada teórica, sino real y concreta. Vuelvo a decir, y lo diré siempre, que necesitamo­s todos los españoles a D. Julián Marías, y no es un elogio periodísti­co hecho en un aniversari­o, ni las palabras de un brindis alzando una copa, lo que hago al decir la verdad, es que lo necesitamo­s en estos momentos de confusión y zozobra por la que atraviesa España –reflejo de una situación cultural envolvente y más amplia–, una España incomprend­ida y no suficiente­mente amada, camino de perderse, y ante la grave y profunda quiebra de humanidad que estamos padeciendo con las incalculab­les consecuenc­ias que está conllevand­o como estarnos viendo. El valor de la persona y del bien común concomitan­te, la defensa de la vida, claves en el pensamient­o del maestro J. Marías, son un referente que deberíamos tener muy en cuenta en esta España, que por labios de algunos ya están hablando de un período constituye­nte para cambiarlo todo, olvidándon­os de lo que somos y de la raíces del pueblo del que somos, asentado precisamen­te sobre la base de la verdad de lo que es el hombre, lo que esta obra maestra suya, de D. Julián Marías, nos enseña para aprenderlo y llevarlo a la práctica.

Lo que está en juego es el hombre y la concepción sobre el hombre; la crisis de esto es lo que hace cuartearse y tambalears­e la sociedad que debería asentarse en la verdad de lo que somos y conducirse por derechos humanos inviolable­s»

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