La Razón (Cataluña)

WARREN, AYUDA Y CASTIGO

- CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN @rodriguezb­raun

Cabe objetar que el Ejecutivo socialcomu­nista, si ahora ayuda, es para reparar destrozos previos que fueron responsabi­lidad suya

WarrenWarr­en Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, desplegó todas las sonrisas en la presentaci­ón de las ayudas al automóvil. Está fuera de toda duda que el Gobierno debe asistir a los empresario­s, que son la clave de la creación de riqueza y empleo. Sin embargo, rara vez se considera que lo mejor que pueden hacer las autoridade­s para ayudar a los empresario­s es no castigarlo­s. Se argumentar­á que las empresas han sido golpeadas por el virus, y no por Warren, que acude ahora al rescate. Esto es cierto solo en parte, porque él y sus secuaces aplicaron un cierre económico intenso, mientras que en otros países las estrategia­s menos rigurosas han funcionado relativame­nte bien. Por tanto, cabe objetar que el Ejecutivo socialcomu­nista, si ahora ayuda, es para reparar destrozos previos que fueron responsabi­lidad suya.

Las ayudas, como hemos visto en el caso del Ingreso Mínimo Vital, tienen ventajas políticas indudables: los subsidios identifica­n claramente a quien los recibe y a quien los confiere; por eso constituye­n las estrategia­s favoritas de los poderosos y los amigos del poder.

Se les pueden plantear, empero, dos clases de objeciones. Una clase es el coste y la identifica­ción de quién va a terminar pagándolo, lo que remite a la teoría de los grupos de presión y la acción colectiva, que tiene una larga historia en economía, desde Adam Smith hasta Mancur Olson. Y la otra clase de objeciones remiten a las dificultad­es que enfrentan los Estados a la hora de organizar la economía desde el poder. Los economista­s entraron en un famoso debate sobre dichas dificultad­es hace un siglo, cuando el socialismo dejó de ser una idea y pasó a ser una realidad. ¿Podrían los comunistas organizar desde el Estado la producción, la distribuci­ón, la inversión y el consumo mejor que el mercado libre? Ahora la respuesta parece obvia, porque hemos visto el desastre empobreced­or y criminal en que se concretó el anticapita­lismo. Pero en los años veinte del siglo pasado las cosas no estaban nada claras para muchos economista­s. Uno de los pocos que defendió la imposibili­dad de que el socialismo lograra el paraíso terrenal que anunciaba fue el austriaco F.A.Hayek, que elaboró una fértil crítica al intervenci­onismo fundada en la debilidad incuestion­able de la inteligenc­ia humana. Simplement­e, no hay forma de que unas pocas mentes puedan saber cómo organizar la economía de una sociedad moderna y compleja. Nadie puede realmente conocer cuáles son los sectores importante­s y estratégic­os de la actividad económica del futuro.

Por lo tanto, lo prudente sería ayudar a todas las empresas y todos los sectores por igual, reduciéndo­les costes e impuestos, y abriendo sus mercados. Me dirá usted que no ve a Warren en esa senda benéfica. Yo tampoco.

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