DECAPITEMOS A COLÓN. TOTAL, HAY QUIEN CREE QUE ES UN DETERGENTE
DIARIO DE UN VIEJO SOLO QUE LE GRITA AL TELEVISOR
HaHa dicho la podemita catalana Jessica Albiach que sería una medida muy acertada derribar la estatua de Cristóbal Colón en Barcelona, o sea, que se van a poner a ello de un momento a otro. Crearán una comisión investigadora presidida por los Pueblos Indígenas Esclavizados (no incluyen a los catalanes constitucionalistas) y de forma honorífica por el Negret, el negro bosquimano que estuvo hasta el 2000 en el museo de Bañolas y luego fue repatriado a Botsuana, por lo que se libró de ser exhibido con el lazo amarillo en la punta de la lanza; crearán esa comisión, digo, y luego llevarán el caso al Parlament, y es muy probable que Colón acabe decapitado con deshonor por haber cometido el error de descubrir las Américas. Puede ser que la Albiach crea que Colón es un detergente y su estatua, un monumento al consumismo exacerbado y contaminante, porque lo que conviene es volver a lavar en la orilla del río con la tabla y el jabón ecológico y cantando la Internacional o Els Segadors. Algo así. Yo sé, porque soy viejo, que la ira y el fanatismo igualan al antirracista y al racista, y eso le grito al televisor con la imagen de esa Jessica que no es Alba, sino una señora que
Quién le iba a decir a Nietzsche que su Superhombre iba a ser un supermán de Galapagar»
también debe creer que descabezar el pasado es necesario y revolucionario para que nazca el hombre nuevo (muy blindado) con coleta y chaqueta de Zara, y que si eliminamos todas las estatuas menos las de Lenin, Mao y el Che, las palomas de la paz pondrán cagar más a gusto en los campanarios de las iglesias, con las cigüeñas. Quién le iba a decir a Nietzsche que su Superhombre iba a ser un supermán de Galapagar.
Siempre buscando al Hombre Nuevo y al final nos encontramos con Torra. O con Alberto Garzón, el ministro de Consumo que odia el consumismo y el turismo y cree que Cuba es el mercado sostenible modélico. Ha dicho: «Habrá que evaluar el impuesto a la banca, que tiene una deuda patriótica con el país». La cosa crece imparable: después de la policía patriótica, la justicia patriótica, la guardia civil patriótica, la fiscalía general patriótica, la abogacía del Estado patriótica, los parlamentarios patrióticos, los podemitas patrióticos, las cloacas patrióticas, el Estado profundo patriótico, las caceroladas patrióticas y los aplausos patrióticos, llega por fin la deuda patriótica, que el inefable Garzón debe de ver como una deuda cayetana que canta el Cara al Sol brazo en alto, o como el botín que Ana Botín pudo rescatar del pecio de Nuestra Señora de Atocha. Pero aquí se da una gran paradoja: que se llame patrióticas a tantas cosas o instituciones en un país con tan escasos patriotas: yo leí en su día una encuesta que decía que sólo el 17 % o así de los españoles estaría dispuesto a defender España en caso de invasión. No puede faltar el filósofo Illa, que ha mostrado una vez más su satisfacción por el buen trabajo realizado en la lucha contra el coronavirus: «El Gobierno lo ha dado todo, lo que teníamos y lo que no teníamos, para derrotar al virus». Se notó muchísimo más lo que el Gobierno no tenía: faltaron EPIS, UCIs y respiradores, y los viejos cayeron como moscas fulminadas por el DDT de la discriminación.
Visto lo visto, mejor no hacer un monumento a las víctimas. Alguna podemita llegará que lo desmontará alegando que el coronavirus fue monárquico, como Colón.